Lamu. Urusei Yatsura

Lamu. Urusei Yatsura #2: El instituto y las hormonas

Lamu. Urusei YatsuraRecuperamos el pulso a Lamu – Urusei Yatsura, serie de Rumiko Takahasi, que Planeta Cómic trae de nuevo a las librerías en formato kanzenban con sobrecubiertas. Se da la circunstancia, además, de que la mangaka vuelve a estar de actualidad gracias al reboot de la versión animada de Ranma ½, otro de sus grandes éxitos y que está emitiendo la plataforma Netflix.

 

«El desequilibrado… ¿¡soy yo!?«

 

La de Lamu es una de esas propuestas de naturaleza «conflictiva». Si bien algunas de las situaciones y personajes que retrata pueden resultar -en el mejor de los casos- anacrónicos a ojos actuales (las historias recogidas en el segundo tomo van de finales de 1978 a 1980), la libertad que denota su autora a la hora de abordar tales situaciones y la forma de abordar la comedia sin ningún tipo de prejuicios, hacen de Lamu una lectura que resiste francamente bien el paso del tiempo. Quizá el formato de capítulos cortos sin una sólida trama de fondo puede hacerse pesado en largas sesiones lectoras, pero funciona muy bien en concentradas dosis.

 

Centrados en es este segundo tomo, destaca la aparición de Shûtaru Mendô, un nuevo pretendiente para las chicas que rodean al siempre desastroso Ataru. Se trata de un personaje que presenta como la antítesis de nuestro protagonista. Pero pronto queda claro que la distancia entre ambos es mucho menor de la que quieren reconocer. Cuanto más altivo o superior se presenta un personaje, peor (y más divertida) es su caída. Para Rumiko Takahashi ningún personaje está por encima de los demás y todos son carne de comedia y enredos.

 

«Hombres, hombres… todos son iguales»

 

Especialmente divertido es el sexto capítulo, alocado como pocos, en el que Lamu nos presenta un horóscopo de lo más particular en el que hace competir a Ataru y Shûtaru para ver cuál de los dos es más compatible con ella.

 

La aparición de Mendô es también consecuencia de la preponderancia del entorno escolar como escenario de las aventuras respecto a lo visto en el primer volumen, el cual descansaba más en el barrio y la casa de Ataru. Aquello se debía, sobre todo, a una cuestión de presentación de personajes y conflicto. Con Lamu pululando alrededor de Ataru, la autora quería ilustrar cómo la aparición de la princesa alienígena suponía un terremoto en el vecindario y en la vida del chico, mostrando el impacto inicial en la que hasta ese momento había sido la rutina de todos ellos. Ahora, con Lamu ya asentada prácticamente como una vecina más y todo el mundo asumiendo con naturalidad la nueva dinámica, la autora se permite «salir» del hogar de Ataru y ver otros escenarios. Y claro, cuando todos los personajes parecen estar con las hormonas alteradas, ¿qué mejor lugar para explotar dicha circunstancia que el instituto?

 

Lo que antes era un trío entre Lamu, Shinobu y Ataru, ahora es un ¿cuarteto? al que se suma Shûtaru con todos los malentendidos y enredos sobre los enredos ya existentes que eso supone. Y no nos olvidemos de personajes como la princesa Kurama (con quien abrimos el tomo) o el viejo monje Cherry, quienes tampoco se quieren perder la fiesta: unas por interés amoroso y otros porque parecen tener demasiado tiempo libre. La dinámica de las historias sigue la senda del volumen anterior con el disparate y el humor como elementos principales, pero sin perder el corazón y con algunos momentos realmente tiernos (como el capítulo dieciséis).

 

 

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