Con motivo de la presentación de la película La mitad de Óscar, charlamos un rato con su director, Manuel Martín Cuenca, quien nos habló sobre la misma.
Pregunta: En un par de frases, ¿puede definir el argumento de la película?
Respuesta: La película es la historia de las huellas de un gran amor y la lucha de los personajes por intentar recuperarlo. Y en el caso del personaje de ella (erónica Echegui) que intenta desprenderse, pero no puede.
P: El título: ¿es ella la mitad de él?
R: El título es en parte ambiguo. Ella puede ser la mitad, pero de lo que habla es de la ausencia, de esa fractura, de esa quiebra, de ese vacío. Óscar no es un personaje entero, porque le falta algo.
P: Óscar trabaja en una salina. ¿Qué importancia tiene la sal en toda la película?
R: La parte está divida en tres capítulos: la sal, María y Óscar. Y la sal representa la herida, como esa piedra pura, pero al mismo tiempo es hiriente, y al mismo tiempo, muy frágil. Yo no miro las cosas de una forma intelectual y racional, sino que de pronto siento que funcionan. Sentíamos que tenía sentido que Óscar trabajase en una salina. No sé qué sifnifica exactamente, pero creo que tiene sentido. La sal me recuerda también a la soledad.
P: Hablemos sobre Almería.
R: Almería, para los que no sois de allí no lo entendéis. Almería es un lugar de frontera entre el primer mundo y el tercero. Y existe una sensación de violencia por ese motivo. Almería no es el núcleo de la civilización. Y dónde no está el núcleo de la civilización, donde está lo marginal, es dónde están las mejores historias y donde se reflejan las tendencias. En el western allí van las putas, los forajidos, pero también quien quiere llevar la ley. La frontera es un espacio mítico donde se refleja la realidad y donde podemos conocer mejor como es la civilización. Las historias de Almería no pueden ser iguales que las historias de Madrid.
P: Ha elegido una forma muy concreta de contar esta historia, sin música, con diálogos cortos, secuencias largas…
R: Es una imagen que a mí me evoca muchísimo. Usamos mucho el off, lo que no está, lo que está fuera de plano y luego entra o no entra, lo que no se ve. Es como una pintura o una imagen evocadora que obliga al espectador a intentar mirar y descubrir. La idea es no dar las cosas de frente y como planas, si no dar dimensión a la historia.
P: Durante la rueda de prensa ha dicho: «No estoy dispuesto a arrodillarme por conseguir un espectador de más».
R: No creo que haya que arrodillarse, creo que hay que hacer las películas en las que cada uno cree. Y si tienes la mala suerte de que si nadie te ve, no podrás seguir siendo cineasta. Soy consciente de que el público es menor a otro tipo de cine. Yo siempre he intentado sobrevivir como cineasta, nunca me ha importado demasiado. Me importa poder hacer películas. Claro que necesitas un público, porque esta película, como no vaya a verla un mínimo de público, vamos a perder dinero. Y eso va a significar que voy a perder y no poder hacer otra película.
Yo hablo como espectador, porque soy eso antes que nada, y esta es una película que a mí me interesa. Y creo que hay muchos espectadores como yo. Porque no me siento una persona rara, soy normal. No a todo el mundo le gusta el cine que me gusta a mí, pero conozco a muchos que sí. Y confío en que esos espectadores se sientan atraídos por la sinceridad de la película.
P: ¿Cómo se consigue que más gente vaya a ver esta película que no es tan comercial?
R: Uno confía en que haya gente. ¿No hay en este país 40 o 50 mil espectadores que puedan valorar esta película? (Silencio durante el cual parece esperar una respuesta) ¿No hay en este país 40 o 50 mil espectadores que les guste la poesía, la literatura, la música? Yo creo que debe haberlos. Si llegamos a esos 40 o 50 mil espectadores, para nosotros es un éxito.
P: Es inevitable la referencia a Torrente y compararla con algo más modesto como La mitad de Óscar. Tiene que haber de todo, ¿no?
R: Creo que una sociedad es libre, sana y democrática cuando hay pluralidad. Tiene que haber para ver Torrente, para ver La mitad de Óscar, para Albert Sierra, para Jaime Rosales, para Pedro Almodovar… Lo que no puede ser es que hagamos todos el mismo cine, ahí es donde yo no me arrodillo. El cine que hay que hacer no quiero que me lo marquen unos tipos con corbata. Los espectadores no marcan eso, están manipulados por los tipos con corbata. Son más libres, yo confío en ellos: no en el populacho, pero sí en los espectadores. Yo no creo que en este país no haya gente sensible y quiera ver cosas que le hagan pensar. A veces parece que no existen porque están ahogados por el ruido de una mayoría.
P: Dice que quiere «diluirse», no quiere dejar una marca en tu cine. Pero buscar el cine que no quiere el resto ya es una forma de firmar, ¿no?
R: En cierto sentido es cierto, pero yo hablo narrativamente, que parezca que el director no está.
P: ¿Y cómo lo hace?
R: Intentando no subrayar. No diciendo «¡¡ehhh, piensa esto, soy yo, emociónate con esto!!«. Dejando que el espectador saque sus propias conclusiones. Probablemente estamos al mismo nivel sobre lo que podríamos hablar. Tus conclusiones podrían ser más ricas que las mías, porque yo no intento imponerte nada, intento contar una historia.
P: Dice que es una película frágil.
R: Porque tiene pocos artificios sobre los que sostenerse. Puede que haya un espectador que se diluya y otro que diga «¿pero qué es esto?, no hay música ni nada«. Porque no hay trucos que le metan en la película. Por eso es frágil, si le das un golpe, se rompe, pero tienes que estar dispuesto a no darle un golpe.
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