Spike Lee

Spike Lee: «La palabra propaganda se utiliza hoy en día con mucha ligereza»

Un Spike Lee más calmado y pausado –los años pasan para todos por igual–, pero igual de combativo que siempre, llega a Madrid para hablar de su última película, Infiltrado en el KKKlan. Cine político y de entretemiento a partes iguales que retrata la absurda y real historia de un policía negro que logró infiltrarse en la organización supremacista en los agitados años 70. En la charla mantenida con él -dado su carácter- es imposible que los temas no tiendan a pivotar sobre el convulso estado de la sociedad actual, pero sin dejar de lado su película.

 

Spike Lee

 

Y para marcar el tono, el primer tema que sale a colación es la secuencia de cierre del filme, un puñado de imágenes centradas en la tragedia de Charlottesville. «El tiempo lo es todo«, afirma con contundencia. «No fue casualdiad que la película se estrenase precisamente en el primer aniversario de lo que sucedió en Charlotesville«. ¿Pero dicho final podría generar algún tipo de polémica? Al contrario. El cineasta señala que ha visto la película «en muchísimos sitios por todo el mundo» que van desde Cannes o Sidney a Jerusalén, y su impresión en general es que «la gente se siente conmovida con ese final. Deja de moverse, de respirar, está muy callada, como paralizada«.

 

Es importante señalarlo, porque dicha secuencia rompe con el tono del resto de la película, a caballo entre el thriller criminal y la comedia negra, y nos devuelve de golpe a la realidad. Una realidad, la de la lucha racial y contra la intolerancia que es clave en el cine del norteamericano, con títulos como Malcolm X (1992) en su haber. Enmarcada en los primeros años 70, Infiltrado en el KKKlan toma la lucha por los derechos civiles y de la comunidad afroamericana como uno de sus temas capitales.

 

John David Washington y Laura Harrier

 

Al hablar acerca del activismo del llamado «Black Power» y el resurgimiento de este en los últimos años, Lee remarca que está dando su opinión, «por supuesto no hablo de parte de los 45 millones de afroamericanos«, pero considera que hubo «un cierto adormecimiento durante el mandato de Obama […] porque nos engañamos pensando que ya estaba hecho, que así nos íbamos a quedar, pero el agente naranja –se niega a dirigirse al presidente Donald Trump por su nombre– utilizó ese tiempo para crear una base anti-Obama«. Pero con todo lo que está sucediendo en los últimos tiempos, la gente ya no está adormecida, no lo cree, porque «no es un buen momento para hacerlo«.

 

Cuestionado al respecto, Lee explica que su película no trata «un asunto puramente de la historia norteamericana«, sino que va mucho más allá. Habla del Brexit, del avance de la la extrema derecha en Europa, como el caso de Matteo Salvini en Italia o el de Marine Le Pen en Francia… y remata con contundencia que «el fascismo está resurgiendo» y que la lucha por los derechos humanos, el fenómeno que se está produciendo en EEUU (pensemos en el #MeToo por ejemplo) «es también global«. Insiste en el auge del fascismo y añade otro elemento, «en la historia siempre ha habido cabezas de turco. Para los nazis fueron los judíos, hoy lo son los emigrantes y los refugiados«. Según sus palabras ahora se culpa a la inmigración del aumento de las tasas de criminaldiad, de la droga, de que la cultura o religión se vean diluidas o amenazadas… «El agente naranja dice ahora que todos los mexicanos son violadores, drogadictos o asesinos y por eso hay que poner un muro, para mantenerles fuera«, prosigue antes de cerrar con dos preguntas al aire, cargadas de rabia, «¿por qué no hay una indignación mundial cuando se ve que arrancan bebés de los brazos de sus madres (en la frontera EEUU-México)? ¿Por qué no se está hablando en la ONU ahora mismo de esto?«.

 

Spike Lee

 

En este punto evoca al periodo de esclavitud, de las familias africanas que fueron separadas y llevadas a EEUU para ser vendidas y explotadas, haciendo una analogía con la situación de los migrantes mexicanos. «¿Cómo puede haber un sistema que rompa familias hoy en día? Y encima tienen la osadía de decir que el otro país pague por lo que tú pretendes hacer«, es decir, el cacareado muro con México que prometió durante la campaña electoral. El absurdo de aquella promesa hace que el director se ría a carcajadas y suelte algunas pullas al respecto. «¿Qué haces? ¿Mandas a un ejército a robarles el oro o hacemos una especie de Fort Knox en suelo mexicano donde entre James Bond a lo Goldfinger y consiga el dinero para pagarlo? No lo van a hacer ni deben hacerlo«.

 

De vuelta de nuevo al estreno de Infiltrado en el KKKlan asevera que hay pocas películas sobre la organización supremacista porque «no es un tema popular. Pero en Infiltrado en el KkKlan sale por ejemplo El nacimiento de una nación (D.W. Griffith, 1915), y el personaje de Harry Belafonte explica que por culpa de ese filme hubo un resurgir del racismo y tuvieron lugar homicidios y linchamientos de afroamericanos«. Y se defiende ante posibles interpretaciones sesgadas de su película que puedan considerarla propagandística aduciendo que «también lo podríamos decir de El nacimiento de una nación o de Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939). La palabra propaganda se utiliza hoy en día con mucha ligereza. Por ejemplo, si se escribe una canción, un libro o una película y no está en línea con lo que piensas puedes decir fácilmente que se trata de propaganda«. La profundidad del mensaje que expone el director en la cinta queda bien ilustrada a través del personaje de Adam Driver, quien parte de un estado de inacción y neutralidad hasta que se vuelve consciente de su propia identidad y la acepta como tal. Y es que asume «su identidad judía al darse cuenta de que es odiado como los negros. Nos dimos cuenta de que esta dimensión podría añadir nuevas capas al personaje, primero que es un infiltrado, después que es judío, y entonces empieza a escuchar cosas que nunca había oído antes«. Es en este aspecto –junto al uso de las imágenes de Charlotesville– donde Infiltrado en el KKKlan subraya la globalidad de su discurso, alejada de la dicotomía negros contra blancos.

 

Spike Lee y Adam Driver

 

Todo ello: la crítica, las reivindicaciones y denuncias, el proceso de adaptación (la película se basa en la propia historia de Ron Stallworth, que trasladó a un libro)… con un barniz de comedia que le da una personalidad única y que tiene su explicación en el propio origen de la película. «Cuando Jordan Peele (el productor) me preguntó si quería rodar el filme y me dijo de qué se trataba –un hombre negro infiltrado en el Ku Klux Klan– me entró la risa. Me dijo que era una historia real y el tono de humor viene precisamente de lo absurda que me pareció la premisa. ¿Cómo se infiltra un negro en el Ku Klux Klan? Es algo increíble«, relata el cineasta, que refuerza su argumentación tomando la referencia de uno de sus cineastas favoritos, Stanley Kubrick, quien en «Teléfono rojo volamos hacia Moscú (1964), trata uno de los temas más serios que podamos pensar, el holocausto nuclear, y sin embargo te ríes. También en mi película Haz lo que debas (1989) había ese tono. Lo difícil es encontrar el equilibrio adecuado entre el humor y la seriedad, porque si te equivocas puede ser un desastre«. Y en este punto ensalza la figura de Barry Alexander Brown, su editor de confianza afirmando que «la clave está en el proceso de montaje de la película«.

 

La charla concluye con Spike Lee anunciando su admiración por el aragonés Carlos Saura, de quien destaca títulos como Tango (1998), Carmen (1983) o La Caza (1966) entre sus obras predilectas.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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