Critters 4
Título Original: Critters 4
Director: Rupert Harvey
Guión: Joseph Lyle, David J. Schow
Reparto: Don Keith Opper, Angela Bassett, Brad Dourif, Terrence Mann, Paul Whitthorne, Anders Hove, Eric Dare, Martine Beswick, Anne Ramsay
EEUU/ 1992 / 100′
Productora: New Line Cinema / OH Films
No existe aquí la pretensión de levantar viejas ampollas pero cabe reseñar que el año 1992 estuvo cargado de malas intenciones y de ciertas labores conspirativas que hicieron de esta cuarta entrega aquí presente, dirigida por unRupert Harvey en el estado…
No existe aquí la pretensión de levantar viejas ampollas pero cabe reseñar que el año 1992 estuvo cargado de malas intenciones y de ciertas labores conspirativas que hicieron de esta cuarta entrega aquí presente, dirigida por un Rupert Harvey en el estado más pluscuamperfecto que cabría imaginar, en una película cadavérica antes de tener la oportunidad de pasear su talante con elegante viveza.
Esta nueva entrega volvía a narrar un nuevo episodio de las aventuras del novio favorito de América: Charlie McFaden, interpretado por un siempre soberbio a la vez que contenido (y contencioso también, ¿por qué no?) Don Keith Opper (personaje presente en cada una de las películas de los Critters), y elevándolo a la categoría del héroe Shakesperiano. Al igual que la Ripley de la saga de Alien, Charlie está condenado de por vida a enfrentarse a monstruos espaciales, en su caso a estos simpáticos puercoespines almizcleños cuyo máximo objetivo es comerse todo lo que pillan por el camino. Es el destino de Charlie. Y es en esta cuarta entrega donde precisamente se profundiza en ese aspecto del personaje. En su soledad, en todo el sacrificio que ha supuesto para él defender a los inocentes de los ataques de estos orondos marcianos, en la responsabilidad que acarrea el ser un cazador intergaláctico que en antaño fue un alcohólico. Sin duda alguna estamos ante un personaje realista, sólido y perfectamente contemporáneo ante los tiempos de crisis que corren ya que son muchos los Charlies Mcfaddems que pueblan ahora los bares como respuesta al paro y a la depresión. Por lo que las cotas que alcanza esta entrega son de grandes reminiscencias sociológicas.
La apuesta de Rupert Harvey para abordar esta cuarta parte es la del minimalismo más absoluto. Desde una puesta en escena en que cada detalle está cuidado al milímetro más obsesivo, donde el director aplica el legado que Kubrick dejó a los cineastas, mucho mejor y mucho antes de que un tal Duncan Jones pretendiera dárnosla con queso con su Moon (2009).
Critters 4, además, posee una dirección de actores impecable en la que las palabras sobran y con un juego de miradas por parte de los actores en el que los espectadores encuentran la verdad de las intenciones de cada uno de los personajes, sus propósitos más recónditos, sus secretos, sus temores.
Sin embargo, pese a estas evidentes grandezas aquí mencionadas, como a un vino al que no se le permite reposar, madurar y regodearse en sus esencias, Critters 4 sufrió el olvido de su audiencia. No tuvo la oportunidad de cumplir con el objetivo que su «Major» la New Line Cinema había confeccionado desde su nacimiento (The Born Critters intention, como lo llamaban ellos), que no era nada más y nada menos que el de convertir una saga, en teoría ingenua y proveniente de la serie B más noventera, en toda una obra maestra para paladares exquisitos.
Tal y cómo expresó en su momento Robert G. Morgan, ejecutivo de la New Line, la intención de la franquicia era coger desprevenida a la audiencia y arrastrarla contra su voluntad en los senderos del buen cine. El truco era utilizar las tres primeras entregas como un vulgar reclamo, donde las patochadas por parte de esos monstruillos peludos no tendrían parangón para que luego en la cuarta entrega, de repente y sin previo aviso, obra maestra que te pego. Algo que años más tarde imitaría Christopher Nolan en el Caballero Oscuro, donde miles de jóvenes, también fans de héroes «fachentos» comoIron Man y Spiderman, acudirían con execrable insolencia al cine creyendo ir a ver otra de las aventuras de Batman para luego encontrarse en la realidad con algo más cercano al Padrino que a otra cosa. Por esa razón, el escenario de las primeras entregas, Grover’s Bend, ese pueblo representativo de la América más rural y porcina que ni el mismísimo Norman Rockwell se hubiera atrevido a dibujar, fue dejado de lado para llevar a la saga al terreno Kubrick. Es decir, al espacio.
Todos estos objetivos, no obstante, por desgracia quedarían en nada cuando ese mismo año otro director tomaría la delantera a los esfuerzos de Rupert Harvey truncándolos por completo y haciendo que los Critters 4 fuera catalogado por el público infantil como un film ñoño y falto de materia gris. Jonathan Demme, el director en cuestión, siendo más astuto que los de la New Line decidió no esperar a una cuarta entrega para convertir un filme de terror en una obra magna. En lugar de ello optó por coger la segunda parte de una novela existente (El silencio de los corderos, de Thomas Harris) y rodarlo como si las palabras de este libro (algo mediocre, dijeron muchos) provinieran de una entidad shakesperiana, consiguiendo de ese modo eso que tanto la New Line había deseado: que el cine de terror fuera considerado algo serio y oscarizable. Para mas INRI, ese mismo año otra serie de películas cubrirían más de fango a los Critters 4, arrebatándole su lugar en el recuerdo colectivo. Películas como Reservoir Dogs, Instinto básico o su competencia alienígena, Alien 3 (película que abandonaba el terreno del terror y la acción para convertirse casualmente en la más poética y trascendental de la saga) que hacían lo que los Critters habían pretendido hacer de forma honesta desde el principio, elevar el terror a la categoría de «Master piece».
Brad Douriff, actor presente en Critters 4, dejaría clara esta fe cuando en 1998 intervendría en la cuarta parte de otra saga: Alien Resurrección a modo de homenaje a las intenciones del pobre Rupert Harvey.
Por otra parte, la experiencia de Critters 4 le serviría a la New Line para modificar su estrategia en el futuro ya que en los años siguientes el objetivo ya no sería el de coger una saga de terror y reconvertirla en algo atrayente para cinéfilos e intelectuales sino que sería al revés. Se intentaría probar lo que pasaría si la adaptación de todo un clásico respetado por el mundo literario fuera puesto en manos de un experto en cine gore y de terror. En manos de un Outsider.
Como consecuencia en el 2001 Peter Jackson dejaría de lado sus cafrerías sangrientas y dirigiría la trilogía de El señor de los anillos consiguiendo de ese modo que los Oscar, por fin, terminaran dándole la razón a la New Line y poniendo en boga el refrán que una vez dijo aquel filósofo italiano, más sabe el Diablo por viejo que por Critter. He dicho.
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