Norma Editorial suma a su catálogo manga la adaptación del videojuego Detroit Become Human. Aunque lo hace con algunos asteriscos, pues como ya señala el mismo título del cómic, no estamos ante una adaptación tal cual de la obra de Quantic Dream, sino de una nueva historia ambientada en el mismo mundo y en el mismo marco temporal, pero que transcurre en paralelo a los hechos del videojuego y con un escenario diferente: la ciudad de Tokio.
«¡Sonreid, que saco una foto de familia!«
Del mismo modo, tampoco estamos ante un manga al uso porque el cómic lo leemos en sentido occidental y no de derecha a izquierda como suele ser la norma en Japón. Dos particularidades que hacen de Detroit Become Human: Tokyo Stories una propuesta no del todo convencional.
La historia (desarrollada por Quantic Dream y guionizada por Kazami Sawatari) nos sitúa en el futuro año 2038. Los avances en la IA y la robótica nos han llevado a una sociedad en la que los androides son extremadamente populares y comunes en las calles. Imaginad el mundo de Yo, robot, pero con androides que, en apariencia, pasan perfectamente por seres humanos. Ese es el tipo de escenario que, a grandes rasgos, plantea la premisa de Detroit Become Human. Una utopía al más puro estilo Asimov, pero con una letra pequeña muy muy grande. Porque claro, ¿dónde está la aventura si los androides no alcanzan la conciencia para subvertir un sistema que no les considera más que unos juguetes carísimos?
Detroit Become Human narra el surgimiento de la chispa, el momento en que despierta la revolución que quiere cambiar el orden establecido. Al margen de consideraciones sobre el avance de la IA, las leyes de la robótica y demás cuestiones tecnológicas y filosóficas comunes a este tipo de relatos, Detroit Become Human (tanto el juego como el manga) hablan de una revolución de carácter social, porque a fin de cuentas, ¿qué es el libre albedrío sino la posibilidad de ser? Es el inicio de una lucha por el derecho a decidir y actuar por sí mismos.
El manga, en este primer volumen, presenta dos historias: la de Reina y la de Seiji, dos androides cuyas vidas, como ya imagináis, cambiarán radicalmente. La primera es una idol de enorme éxito y el segundo es un médico. Pueden parecer profesiones o roles aleatorios, sin mayor trascendencia, pero que permiten a los autores abordar diferentes cuestiones desde una perspectiva crítica y reflexiva. Es evidente que la asunción de una protagonista androide que ejerce de idol lleva implícito -de manera muy explícita- un severo toque de atención a una industria que trata a sus estrellas como mera mercancía. Solo hay que recabar noticias sobre los numerosos casos de suicidios entre las -jóvenes- estrellas del k-pop coreano.
La segunda es más sutil, pero en el contexto de Tokyo Stories es quizá mucho más terrible a nivel emocional y de empatía. Los médicos se deben a la confidencialidad de sus pacientes, pero ¿qué pasa cuando el médico es un androide que va cambiando de centro cada x tiempo? En un ordenador borras los registros y asunto solucionado. Pero, ¿y si borrar dicha información implica borrar la memoria? Esto es, recuerdos, experiencia… identidad. ¿Y si quieres borrar la memoria de un androide con conciencia de sí mismo? La cosa cambia.
El primer volumen de Detroit Become Human: Tokyo Stories plantea interesantísimas cuestiones, funciona con un excelente ritmo -aquí hay que alabar el trabajo de Moto Sumida al dibujo- y abre un enorme abanico de posibilidades al tiempo que, como decíamos, prende la chispa: «La era de la libertad de los androides está a punto de llegar«.
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