De la mano de Norma Editorial y El corazón de las amazonas descubrimos una interesante perspectiva del mito amazónico y de la guerra de Troya que quizás una buena parte del público desconocía. Para narrar su historia la guionista Geraldine Bindi acude al mito de Pentesilea (a través de una tragedia escrita por Heinrich von Kleist, como reconoce la autora cuando se le pregunta por los orígenes de la obra), reina de las amazonas que luchó en favor del pueblo de Troya y que murió a manos de Aquiles.

Sobre este escenario Bindi elabora un relato en el que enfrenta a las amazonas a una trascendente decisión: seguir ciegamente su visión de los deseos de la diosa Artemisa y perpetuar un odio a los hombres que las lleva acompañando generaciones, o reconciliarse con el pasado y luchar por un futuro compasivo para las generaciones futuras. Dos visiones que inevitablemente tienden a chocar entre sí en un contexto, como decíamos, donde la guerra está haciendo mella en los soldados griegos, y donde el pueblo de Pentelisea está a punto de celebrar «la fiesta de las flores», una celebración de la fecundidad. Con los soldados queriendo «desconectar» del frente y las amazonas en busca de fecundadores… es fácil imaginar que al mínimo conato el conflicto entre ambos sexos podría estallar.

Pentelisea y las suyas se ven entonces «combatiendo» en dos frentes. Uno interno que definirá su identidad, que se podría extrapolar a la dialéctica actual entre un feminismo radical y corrientes más moderadas e integradoras; y otro externo, contra una sociedad patriarcal que las ha vilipendiado y minusvalorado durante años y ante la que han respondido con fiereza reclamando su libertad.

El corazón de las amazonas tiene un marcado carácter feminista, eso es innegable. Pero no adoctrina. De hecho, la escritora retrata el feminismo radical de buena parte de las amazonas y el comportamiento pseudoviril y machista de una sociedad que se niega a ver ambos sexos como iguales, pero entre ambas posturas abre la puerta a un futuro más igualitario, representado sobre todo en los personajes más jóvenes del relato, los únicos con la capacidad de ver los errores e injusticias producidas por el odio. Hay un par de frases que reflejan a la perfección la postura de la escritora que tienen lugar ya en el tramo final de la obra, después de que las amazonas hayan liberado a un par de mujeres de un campamento de soldados:

«¡Volved a vuestra casa! ¡Sois libres! Volveréis a aprender a ser libres. Hay una fuerza dentro de vosotras que os lo pide ¡Despertadla! ¡No volváis a aceptar someteros! ¡Seréis tan poderosas como queráis!»

Quizás la lectura de El corazón de las amazonas despierte algunas conciencias.

La historia tiende hacia una estética más o menos realista, pero sin abandonar del todo el mito que envuelve a la fuente original (La iliada). De ahí la estima en Aquiles como un semidios o la concepción del bosque protector que envuelve el poblado de las amazonas. Las actitudes de los personajes vienen, en este sentido, bastante delimitadas por el sistema de creencias, inclinado hacia la espiritualidad y la sumisión a las deidades. Este tratamiento del relato lo refleja Christian Rossi en su dibujo, carnal y violento cuando la situación lo requiere, preocupado siempre por mostrar personajes muy expresivos, y con una apuesta por la técnica aguada para darle color a los dibujos, siempre en tonos sepias. Como resultado logra un estimulante equilibrio entre ese verismo del escenario y un ambiente de relato mítico, acorde al contexto y época en las que se enmarcar.

Todo hay que decirlo, hay momentos en los que la narración resulta un tanto confusa, cuesta situarse en el entorno y los personajes. Son pocas las ocasiones, cierto, pero no deja de ser molesto, afectando a la experiencia general de la lectura.