«Yo le echo bayas para endulzarla«

 

Os tengo que confesar que detesto la cerveza. La cerveza y el vino. Principalmente por su sabor, aunque es bien cierto que la asocié durante gran parte de mi infancia a una inaceptable pérdida del autocontrol… Era un niño raro. Pero una cosa es que no la beba y otra muy distinta es que desprecie su enorme importancia en la Historia de la humanidad. Desde siempre, el vino está asociado con la alta sociedad, con los ritos religiosos (¡y con el kalimotxo!) mientras que la birra ha sido, es y será siempre la bebida del pueblo, la que une al rico y al pobre, al listo y al tonto, al guapo y al feo alrededor de una jarra bien fría (y a ser posible algo para picar). La cerveza vive hoy un retorno a la artesanía a través de mil y un cerveceros artesanales que no es que busquen convertirse en los próximos dueños de un imperio como el de Anheuser-Busch (casa de la Budweiser), sino que tratan de democratizar de nuevo algo que siempre estuvo, desde sus orígenes en las cocinas de la gente.

 

Y es que la cerveza hunde sus raíces quince mil años en el pasado. En pleno Paleolítico y antes de que el ser humano se comenzara a asentar en aldeas, la fermentación de los cereales fue descubierta en varios puntos del globo casi a la vez y el mejunje resultante (esa proto-cerveza) se convertiría rápidamente en base de la alimentación de nuestros ancestros por su capacidad alimenticia y por las muchas vitaminas y minerales que llevaba en ella disueltos. Así, la cerveza seguiría evolucionando hasta lo que conocemos hoy al tiempo que seguiría expandiéndose por los cinco continentes en multitud de variantes, colores, sabores y denominaciones.

 

«Si Steve Jobs ha podido yo también«

 

Y aquí es donde entran en juego Benoist Simat y Lucas Landais, los autores que por medio de este volumen de La Increíble Historia de la Cerveza nos hacen viajar por el tiempo en un recorrido completísimo y muy amable que nos permite ver cómo ha ido creciendo por el mundo el consumo de esta bebida y cómo han entrado a formar parte de su receta cositas como el lúpulo, por poner un ejemplo. Hacemos este viaje de la cerveza acompañados de una narradora estupendas y con un objetivo didáctico mucho más que evidente, por lo que este cómic se puede disfrutar también si simplemente eres, como un servidor, un enamorado de la Historia y te encanta bucear en los pequeños detalles que rodean los grandes acontecimientos de la misma.

 

 

Dentro de las editoriales nacionales (y este dato es para aplaudir) Norma es, quizás, la que mayor apuesta haga cada año y más catálogo tenga de esta clase de publicaciones que no sólo buscan compilar la historia de éste o aquél invento o ésta o aquella celebridad, sino que se nos presentan como auténticas joyas con las que acercar una parte importante de nuestra historia en torno a las pequeñas cosas a toda una colección de lectores jóvenes que se aburrirían bastante más ante un sesudo libro de texto. La Increíble Historia de la Cerveza nos ofrece la posibilidad de sumergirnos (nunca mejor dicho) en el apasionante viaje de la bebida más consumida del mundo entero desde la Prehistoria y hasta la actualidad.