Claire Fauvel y Thomas Gilbert firman Luz negra, un drama romántico sobre sobre anhelos y dudas existenciales ambientado en el siempre exigente y sacrificado mundo de la danza contemporánea. Una introspectiva obra que Norma Editorial publica en nuestro país en un tomo de tapa dura.
«Si lo doy todo por ella, ella tiene que hacer lo mismo«
Lo primero que llama la atención es la falta de definición de los roles de Fauvel y Gilbert. La pareja escribe, dibuja y colorea el cómic en comunión, llevando todo el proceso creativo a cuatro manos. Afinando un poco acerca de los entresijos de la obra, Gilbert comentaba en Instagram que dibujaba sobre los lápices de su compañera. Así que es presumible que el trabajo artístico se dividiera así, mientras una abocetaba, el otro perfilaba. Lo mismo con el color y el guion, ambos aportando sobre la base del otro.
Esta fusión estilística, además de un estimable ejercicio de colaboración y creación, funciona como traslación a la realidad de la búsqueda de sus protagonistas a través del baile. Desde la pura emoción de sus cuerpos buscan, casi de manera desesperada, fusionarse en algo nuevo, salvaje e íntimo, que les dé valor y les ayude a sobrellevar sus vacíos personales y la oscuridad de un mundo que se derrumba ante sus ojos.
Pero cuando se busca esa unión por los motivos equivocados, desde una perspectiva egoísta centrada en uno mismo, dicha unión está abocada al fracaso. Así, Luz negra es, en realidad, la historia de una relación tóxica en la que confrontan la luz que deslumbra al inicio de la misma, donde la emoción nacida del estómago nos ciega, con la negrura que lo absorbe todo cuando la codependencia y el utilitarismo afectivo se vuelven protagonistas, aprisionándonos.
El trasfondo social le da un punto más trágico al relato, estableciendo no solo paralelismos entre la relación de los protagonistas y la sociedad en la que habitan (hay un fuerte sentido de anticipación respecto a la trama principal), sino ciertas sinergias que retroalimentan tanto a los personajes principales y su relación, como a la visión que proyectan de mundo. El espacio de la danza, por su parte, aporta una evidente carga poética; pero también, todo hay que decirlo, cierta pretenciosidad al conjunto que -como en toda obra de autor que se precie- enfrentará opiniones.
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