Bitelchús Bitelchús

Bitelchús Bitelchús: Efímera anarquía

Tim Burton vuelve al que fuera uno de sus universos más icónicos: el de Bitelchús, un más allá pérfido, extravagante y, sobre todo, muy divertido. Más de tres décadas después del estreno de la cinta original (1988), el veterano director ha visto la oportunidad de reencontrarse con tan imaginativo mundo, tal vez para recuperar sensaciones perdidas años atrás, tal vez por simple capricho.

 

Winona Ryder y Michael Keaton

 

Fueran cuales fuesen sus motivaciones para desempolvar el traje a rayas de Bitelchús, lo que es inapelable es el espíritu lúdico y ligero con el que se presenta una secuela a caballo entre el juego y el homenaje. Una secuela a la que todo le da igual, hasta su guion; pero entre el caos y la anarquía reinante, regala algunos estimables hallazgos para su propio imaginario y algún que otro malicioso gag. Ahí están la alusión al «vacío legal» para justificar la ausencia de Geena Davis y Alec Baldwin, o la «desaparición» del rostro de Jeffrey Jones, persona non grata en Hollywwod.

 

Por momentos el filme parece una sucesión de escenas inconexas entre sí, con tramas que aparecen con la misma rapidez que se solventan prescindiendo de cualquier tipo de desarrollo. Hay una trama más o menos principal que implica a los personajes de Winona Ryder y Jenna Ortega, pero las demás adolecen de solución de continuidad. Esto afecta, sobre todo, a la concerniente a Monica Belluci, quien tras una presentación burtoniana altamente fetichista y erigirse como la aparente gran villana del relato, se evapora hasta casi el final del filme.

 

Jenna Ortega

 

Otro tanto de lo mismo sucede con la subtrama de Jenna Ortega. Ambas, por si solas, se habrían sobrado para sostener una película entera, pero aquí terminan siendo víctimas del desgobierno narrativo que, en demasiadas ocasiones, solo busca acomodar guiños y homenajes a las escenas más recordadas de la cinta original.

 

En este sentido, Bitelchús Bitelchús se revela como un divertido, pero vacío, contenedor del imaginario burtoniano. Es decir, tanto fans del director como seguidores de su sello artístico saldrán más que satisfechos, pero una vez reposada la propuesta es relativamente fácil advertir todas sus costuras, tan evidentes como las de Delores; así como olvidarla. Tim Burton firma un divertimento tan lustroso como efímero, en perfecta consonancia con los gustos y modos de consumo actuales. El veterano director, apelando a la nostalgia, irónicamente ha sabido adaptarse a los tiempos.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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