Últimamente parece ser que está de moda hacer producciones cinematográficas basadas en libros; El inocente es otra más que se suma a la colección. La novela de Michael Conelly, cuyo título original es The Lincoln Lawyer, no es la primera obra del autor llevada a la gran pantalla, ya que en 2002 Clint Eastwood se encargó de dirigir la adaptación de Deuda de sangre. En el caso actual el responsable es Brad Furman.
Nos hallamos ante un thriller legal cuyo protagonista (Mattew McConaughey) es un abogado criminalista que dirige su negocio desde la parte trasera de su lujoso coche Lincoln (de ahí el título original). La acción comienza cuando este particular letrado tiene que defender a un joven millonario de Hollywood acusado de agredir a una prostituta. A partir de aquí el espectador se verá envuelto en las redes que existen entre las verdades y mentiras que rodean al universo de la justicia.
Las dos horas de duración de la película transcurren sin apenas darnos cuenta ya que la historia nos mantiene en suspense puesto que no sabemos hasta avanzada la película quién miente y quién dice la verdad. Una vez averiguada esta cuestión el ritmo de la narración no decae ya que lo que se plantea a partir de entonces son situaciones que nos mantienen en tensión porque no sabemos cómo van a ser resueltas debido a que tanto el acusado como su defensor se ven entre la espada y la pared en más de una ocasión. Además, nos encontraremos con más de un giro dentro del guión que puede llegar a sorprendernos aunque también hay ciertos clichés sobre este tipo de películas que bien podrían haberse ahorrado o echarle un poquito más de imaginación para no caer en tópicos tales como el que la ex mujer del protagonista es su compañera de profesión pero rival al mismo tiempo puesto que defienden a personas distintas.
Aun así, no estamos ante la típica película de abogados que puede aburrir a cualquiera, al contrario, el ritmo narrativo se mantiene durante toda la cinta y las interpretaciones, en especial la de McConaughey, son más que aceptables. En esta ocasión Matthew demuestra que es capaz de hacer algo más allá de las comedias románticas que ha protagonizado últimamente y nos transmite desde odio hasta angustia por su personaje. Creíble en todo momento.
La película, además, analiza diversos aspectos del sistema judicial americano así como diversos dilemas morales que puede entrañar la profesión de abogado. Irónico dilema el existente sobre la moralidad en alguien que a primera vista parece carecer de ella, pero no por ello inverosímil ya que a veces un determinado hecho es el que te hace reaccionar y darte cuenta de tus errores del pasado.
Con todo esto, tensión, drama, críticas y hasta diversión es lo que nos encontraremos si nos sentamos en la butaca a seguir la resolución del caso que se nos plantea en pantalla.
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