Os propongo un juego: Imaginad una persona, un chaval por ejemplo, que no haya visto cine en su vida ni se haya socializado demasiado. Un buen día lo metéis en una sala y, durante un tiempo indeterminado (dos semanas, quince años) no le dejáis que vea otro tipo de películas que no sean las de denuncia social (y con lo prolífico de nuestro cine en ese aspecto, os aseguro que el tipo estaría un tiempo largo viendo cine). Al cabo de ese tiempo, se le reinserta en la sociedad.
Ese chavalín (que puede peinar canas cuando salga de la sala) saldrá convertido en una persona temerosa. Aterrorizado por una sociedad llena de padres maltratadores, borrachos, drogadictos, locos o todo a la vez. Me imagino a ese pobre tipo escondido en un rincón, asustado por una sociedad siniestra y sin esperanza.
Y es que en España se hace buen cine, con (des)honrosas excepciones; pero también es cierto que se nos conoce por ser poseedores de una extensísima filmografía de este llamado cine social. Y en la variedad está la virtud señores. Demasiado cine social y acabaremos todos como el señor del juego.
Una vez hecha la introducción y una vez dicho que esta cinta toca temas bastante escabrosos quiero haceros partícipes de cómo me he enfrentado a este filme (y me parece que es la manera más correcta de hacerlo).
Por una vez me he negado a ver el trailer, no me he leído la sinopsis… En resumen, he ido a ver la película sintiéndome un lienzo en blanco de sensaciones. Sabiendo tan sólo un título que poco, o nada, esclarece su argumento. Y creo que ha sido una decisión acertada porque el no saber me ha permitido empatizar mejor con los personajes. Os recomiendo el ejercicio, aún estáis a tiempo, antes de llegar al siguiente párrafo.
El siguiente párrafo:
Bromas aparte, si analizamos esta película por sus méritos y fracasos al margen de todas las de su género nos encontramos con una apuesta interesante por parte de Armendáriz, con una serie de detalles que se podrían haber mejorado bastante.
Comenzando por lo positivo, hay que decir que el planteamiento de la historia y la manera de llevarlo del director de Secretos del corazón es muy atractivo. Nos presenta la historia de Silvia (Michelle Jenner) y de cómo sufre abusos sexuales por parte de su padre desde su más tierna infancia. Para hacernos partícipes del sufrimiento de la chica el director podía recurrir a las escenas desagradables o, como sabiamente ha hecho, a plantearnos una película que se ve exclusivamente desde el punto de vista de la protagonista. El espectador ve y escucha lo que está en el entorno de Silvia y poco más.
Un punto que no sé si calificar de positivo o negativo son los intermedios de lo que, en un principio, parece una serie de entrevistas a víctimas de abusos. Son duras, tienen pinta de ser declaraciones reales recogidas durante la fase de documentación del director, pero también parecen recortes del Informe Semanal de Televisión Española. Me explico: Los testimonios son interesantes, sensibilizan al espectador y le proporcionan más información sobre el problema, pero al haber tantos dan la sensación de alargar un metraje que se había quedado corto. Quizás habrían quedado mejor durante los créditos, al final de la película, y en menor cantidad.
Como negativo también he de poner el final de la película que, por supuesto, no adelantaré por aquí. Deja las cosas en el aire, sin vías a una mejora clara o a un empeoramiento. Parece una película inacabada. Además, el filme no propone soluciones a la situación (tremenda la frase de una de las víctimas cuando afirma que no se condenó a su familiar por haber prescrito su crimen), con lo que nos queda una cinta que se centra en la visión más pesimista de un problema tan grave como es el del abuso de menores y prácticamente no plantea soluciones.
Ahora, el aspecto más positivo (y me lo reservaba para el final porque así levanto un poco el ánimo) son los actores, que precisan de un apartado sólo para ellos.
Yendo al cine cual tábula rasa, a los cinco minutos de ver a Lluís Homar me asaltó la idea de lo bien que quedaría un actor con ese semblante como el malo de una película de terror. Homar nos descubre con este film una capacidad terrorífica para hacer que una sonrisa paternal nos deje helados. Llega un momento en la película en la que su mera presencia (o la posibilidad de que aparezca) deja al espectador en estado de tensión.
Michelle Jenner, por su parte, borda su papel de jovencita que se ha ido apocando presionada por una situación que la supera y que la está enloqueciendo desde los 5 años. Hay dos escenas con las que me quedo de esta actriz: una es la del taxi y otra la de su repentino arranque con el preludio de la Suite número 1 para cello de Bach. Las dos escenas escenifican el estado nervioso de su personaje, su deseo reprimido de gritar, de buscar ayuda. Michelle Jenner, repito, lo borda.
Belén Rueda, por el contrario, pasa bastante desapercibida. Sin embargo, he de defender la decisión de Armendáriz de tratar a su personaje así. Muchos familiares de abusadores son como la madre de Silvia: personas que eligen autoengañarse porque la realidad es demasiado espeluznante, y que terminan huyendo para no tener que enfrentarse a ella. Su escena en el restaurante bien podría interpretarse como un monólogo hacia ella misma.
En resumen:
Se podría haber hecho mejor, sobre todo al final, pero para todos aquellos que aún no estéis saturados de cine social, gente a la que todavía falta tiempo para ver como el hombrecillo del principio del artículo, esta película os marcará hasta el punto de desconfiar de los cariños paternales.
Estupendo, ¿no?
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