La noche que mi madre mató a mi padre no es una comedia alocada más. Ha supuesto un punto y aparte en la carrera de Belén Rueda, a la que siempre los directores la han visto para papeles más oscuros o sensatos. Pero Inés París ha podido vislumbrar -y sacar- su vis cómica para que pueda ser una verdadera maestra de ceremonias en su última película. El título compite en el festival de Málaga la semana de su estreno y cuenta con Eduard Fernández, María Pujalte, Diego Peretti, Patricia Montero y Fele Martínez.
P: ¿ Cómo definirías la película en una frase?
R: Una comedia que sorprende, con un punto de thriller en el que el espectador va a estar involucrado, y que va a salir con una sonrisa profunda del cine. Se lo van a pasar muy bien
P: La película tiene un punto muy teatral, ¿no sentiste esa sensación cuando rodábais?
R: Esa es la sensación al espectador. Al estar rodando tienes un trabajo y un ritmo igual a cualquier película que hagas, en el sentido de que tienes que estar pendientes de una escena, una cámara. Lo que sí es cierto es que tienes un espacio que es siempre el mismo, aunque es una casa enorme, con decorados muy diferentes, y luego también influye mucho los horarios en lo que grabábamos. Al ser una casa con grandes ventanales, y la historia transcurría de noche, rodábamos de cinco de la tarde a cinco de la madrugada. Imagínate la pájara que llevábamos todos. Pensábamos “¿Seremos capaces de estar donde tenemos que estar?” Y mira, al final sí. Todo el equipo estaba involucrado y con muchas ganas. Se rodó en Valencia, todos nos fuimos para allá. Y la película no se acababa cuando rodábamos, seguíamos hablando de ello en el hotel. Con lo cual creo que el resultado final es muy compacto, parece que no hay ninguna cosa que se nos haya escapado porque tenemos tal pasión de nuestro trabajo y de lo que estábamos haciendo, que cada día llegábamos con tanta ilusión, y con ideas nuevas que habíamos hablado en el desayuno.
P: Esa pasión de la que hablas también la tenía Inés como directora, ¿qué es lo que tiene ella?
R: Para empezar he de confesar una cosa: es muy difícil leer comedia, y poder imaginarse eso en película. Para mi era muy difícil porque siempre he hecho dramas. Pero sin embargo este guion me pareció tan absolutamente loco que tuve la necesidad de decirle a mi representante que por favor necesitaba una reunión con la directora para que me explique cómo va a hacer esto que me parece imposible de realizar. Con esto digo que cuando ves la película ves a personas reales, como Isabel, mi personaje, una mujer con una crisis existencial laboral de pareja, intentando solucionar su vida y coger el toro por los cuernos, que eso nos gusta mucho a las mujeres: no dejar que las cosas pasen, como algunos, y que se solucionen solas, que es no se puede hacer, porque no se solucionan, y decir que si el trabajo no está bien, me voy a organizar, con mi pareja igual, etc. Así que me reuní con Inés París, me encantó su planteamiento y me puse en sus manos. Es la primera vez que hago comedia en cine. Estaba aterrorizada, se supone que es comedia pero yo sentía pavor (ríe).
P: ¿Te ha entrado con La noche que… más ganas de hacer comedias?
R: Sí. Lo que pasa es que es primordial la directora. De hecho ha habido momentos en que me ha dicho “Suéltate Belén, que tú puedes hacerlo”. Porque estoy más acostumbrada a hacer personajes con los pies muy en la tierra, con unas situaciones muy dramáticas. Y aquí sin embargo, la situación es también dramática pero lo saca por el lado del humor y la desesperación que provoca la risa. Y con Inés no he tenido miedo. Aparte de contar con Eduard Fernández, María Pujalte, Patricia Montero, que era su primera película, y luego con Fele Martínez. Los parones han sido tremendos de divertidos. Yo tenía miedo porque decían que cuando te ríes mucho en plató, después la gente no se ríe en las salas. Y esto ha conseguido las dos cosas.
P: ¿Crees por tanto que en comedia la última palabra la tiene el director?
R: Sí, pero necesita las armas del actor. Creo que la tiene el director. De hecho estoy convencida que es absolutamente necesario. Porque de alguna manera cuando eres actor, ves el conflicto y tu situación individualmente, pero el director tiene la visión general en todos los campos. Yo la he visto discutir con alguno de nosotros o de los técnicos y es una mujer que en todos los sentidos ha tenido la última palabra –cosa que desgraciadamente se sigue cuestionando-.
P: ¿Crees que todavía sigue estando difícil para las mujeres?
R: Sí. Yo tengo una grandísima suerte. Y se pueden seguir contando historias sobre mujeres a partir de una edad madura que interesa a todo el mundo. De hecho pueden incluso ser más interesantes: hay un recorrido de vida en el que has sido trabajadora, esposa, madre, hija, amante,… Y has tenido momentos de descreer volver a creer, etc. Cuando se cuentan estas vidas pienso que tienen más peso y que es muy interesante verla. Todos nos hacemos mayores.
P: ¿Y tú eres tan buena maestra de ceremonias como es Isabel?
R: (Ríe) Bueno, sí. No estoy tan loca como la pobre Isabel. Lo que está ella es desesperada. Yo creo que son esos dos males los que sufre la pobre.
P: ¿Qué ha sido lo más duro en el rodaje?
R: Para mi era difícil la secuencias en la que estoy con Patricia Montero en la que hay que actuar dentro de la actuación, y le cuento por qué he hecho todo eso. Ahí se mezcla Isabel con la Isabel actriz. Entonces ella sin querer, que tiene cierta inercia a la actuación, les está costando todas esas cosas, y había un punto en el que hay que exagerar muchísimo, como si estuvieras en teatro, y has de acentuar determinadas actitudes para que la gente lo vea, y ahí entras en un punto muy dramático que a mi me costaba muchísimo. Y al final se han montado las escenas en las que aparezco más loca.
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