Hace cinco años los seguidores de nombres como Leone, Ford o Eastwood nos quedamos boquiabiertos con el segundo largometraje del neozelandés Andrew Dominik, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford. Era el particular homenaje de su director a un género que en las últimas décadas ha vivido sus horas más bajas exceptuando alguna sorpresa, como lo fue este western protagonizado por Brad Pitt y que tanta repercusión mediática obtuvo gracias a unos reconocimientos en forma de vítores y galardones totalmente merecidos.
Si con aquella se presentaba en sociedad con una declaración de amor al cine de toda la vida, con Mátalos suavemente vuelve a sorprender a quienes ya asombró. Esta vez el género elegido para tributar es más complicado. El cine negro de gángsters, asesinos a sueldo y jugadores de cartas ofrece varias opciones al año, y al menos un par de ellas suelen ser interesantes. Pero lo que nos presenta este thriller es una intensa espiral de violencia con aromas revolucionarios que rinde pleitesía a un tipo de cine al que todo gran director siempre ha querido acercarse. Y se supera en el intento.
Una premisa sencilla, básica y totalmente atractiva. Una partida de cartas, un robo, la mafia se ofende y un asesino a sueldo aparece en escena. Con estos elementos contextualizados en los prolegómenos de la elección de Obama se teje una lección magistral de comunión entre el clasicismo de títulos como Toro Salvaje (Martin Scorsese, 1980), El tercer hombre (Carol Reed, 1949) o Chinatown (Roman Polanski, 1974) y las nuevas apuestas que cada día beben más de la imprescindible Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994).
Es en esta mezcla donde reside el poderoso atractivo de la cinta. Desde sus carteles promocionales con un Brad Pitt trazado escopeta en mano hasta los créditos finales de la cinta con el sonido ambiente prometiendo al espectador un poco más tras ellos. A pesar de no contar esta vez, como ya hizo en Jesse James, con el maestro de la fotografía Roger Deakins, la estética desoladora de los bajos fondos de Nueva Orleans (donde ha sido rodada) que Greig Fraser ha conseguido capturar, con la ayuda de la siempre efectiva lluvia nocturna, no podría sentarle mejor a la historia. Recuerda al Jersey de la familia Soprano, al Baltimore de The Wire, al Boston que tanto éxito le ha conferido a Ben Affleck como realizador y al Nueva York en el que tantos y tantos maestros han situado sus historias más crudas. En la constante exhibición de talento que supone la cinta encontramos el punto álgido en las escenas de violencia, en especial con dos escenas clave, que a los más avezados cineastas se le hará harto complicado superar.
Unos personajes creados desde la novela en la que se basa el guión (Cogan’s Trade de George V. Higgins) y pulidos en su adaptación para la pantalla por el propio Dominik, son un regalo para los afortunados intérpretes que han tenido la posibilidad de participar en el reparto. Desde Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990) Ray Liotta no se ha visto en otra igual para hacer ver al público que vale algo como actor, Scoot McNairy confirma que es un perdedor encantador -lo que ya apuntó en Buscando un beso a medianoche (Alex Holdridge, 2007)-, James Gandolfini vuelve a dar otra vuelta de tuerca al mismo papel que lleva interpretando toda la vida y Richard Jenkins demuestra una vez más que cuando se pone serio es mejor actor de lo que su carrera sugiere.
Estos secundarios de lujo completan un casting encabezado por probablemente el mejor intérprete en activo sin un premio de la academia en su haber. No importa cual sea el papel, todos están escritos para él. Es imposible verle incómodo interpretando algo, por malo que sea el producto. Todos queremos ser Tyler Durden, Aldo Rayne o Billy Beane. Todos queremos ser Brad Pitt, más si te presentan con un plano reptil con el When The Man Comes Around de Johnny Cash subrayando tus pasos. No está presente más que la mitad del metraje y aún así, hace la película suya.
Es pronto todavía para aventurarse, pero si el filme ha sido aplaudido con fervor en Cannes, Scorsese recibió el premio por Infiltrados (2006) -obra menor en su filmografía- y el Oscar es supuestamente para la mejor película del año (y ésta, lo es), podemos hablar de la favorita para los galardones de la Academia del próximo 2013.
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