«A ver si tienes más respeto Trevor. Ésta era nuestra casa«

Segunda entrega de la colección de one-shots en que se han convertido los Annuals de Amanecer de X. En esta ocasión Jonathan Hickman se une nada menos que al siempre enorme Alan Davis para contarnos una aventura que sirve para traer de vuelta a un personaje, recordarnos la existencia de otros y arrojar algo de luz sobre el destino de la mansión de Westchester, antiguo hogar y escuela para los mutantes hasta su mudanza a la isla-nación de Krakoa. Por más que en portada salga Rondador Nocturno, tenemos en esta ocasión un capítulo de protagonismo coral en el que hacen acto de presencia no sólo Kurt, sino también Lockheed, Magik, Chico Ojo y Cifra.

Por partes: la última vez que vimos la mansión ésta ni tan siquiera estaba en Westchester, sino que Kitty Pryde decidió trasladarla a Central Park para poder vivir en el centro de toda la vida superheroica, una idea muy bonita de Marc Guggenheim (al frente de Patrulla-X Oro entre 2017 y 2018) que, sin embargo, se quedó en agua de borrajas (como otros tantos planes de los años más recientes de la franquicia mutante). Ahora él edificio vuelve a estar en su ubicación original, pero permanece abandonado e invadido por la vegetación y el polvo (hasta Cerebro se han dejado allí los mutantes, ¡vaya descuidados…!). Normal que en una situación como esta se produzca alguna que otra infestación de molestos bichos, que es lo que nuestros protagonistas van a investigar.

«Todos somos un poco territoriales«

Como podéis ver, no se quiebra demasiado la cabeza Hickman en este número, dedicado más a que los lectores (viejos y nuevos) podamos disfrutar del arte de Davis que a hacer grandes revelaciones en torno a los mutantes y a su nuevo estilo de vida. Con todo, la aparición de [SPOILER] los Sidri le permite al guionista contar con un nuevo actor (o miles de ellos) que funcione como aliado temporal (y posible problema futuro) para los mutantes a la vez que hace de la mansión un enclave interesante en las cercanías de Nueva York del que tengan que estar pendientes no sólo los krakoanos, sino también el resto de héroes y villanos de la gran urbe norteamericana. La única pena es que en el texto de Julián Clemente al final de este número no tengamos algo más de historia acerca de estos seres y de la nueva adición mutante a la que vemos al final del capítulo. Porque internet siempre estará ahí para rellenar los huecos, pero siempre se agradece que esa última página amplíe nuestros conocimientos en lugar de simplemente centrarse en elogiar a dibujante.

Patrulla X #7: Amanecer de X

Y esto teniendo en cuenta que los elogios nunca son suficientes cuando hablamos de Alan Davis. Su dibujo puede ser más clásico y menos experimental que el de autores más en boga, pero cada página y cada personaje en este cómic parece dibujado y coloreado para la posteridad. Jo&er, es que el otro día me leía uno de los cómics de Imperio y en una de las portadas la Capitana Marvel y Sue Richards parecían exactamente la misma persona, pero con distintos disfraces de colores. Davis nos ofrece a unos personajes reconocibles y únicos más allá de su vestimenta. Y eso mola.

Mención aparte para el Chico Ojo. Y sólo porque a un idiota como yo le hace ilusión ver como uno de los personajes de la academia mutante de Lobezno sigue a día de hoy presente, toda vez que su mutación dejó de ser, simplemente, tener muchos ojos para esta actual habilidad de ‘ver’ en distintas frecuencias, gamas, ángulos…