Zeb Wells y Joe Madureira vuelven a reunirse en un espectacular arco argumental de Salvaje Lobezno.

Cronológicamente este relato tiene lugar poco tiempo después de Spiderman Vengador #70 (bastante antes, pues de las dramáticas aventuras narradas en La Batalla del Átomo o Spiderman Superior). Pero aunque «vendida» como secuela, Salvaje Lobezno #32 y la ya cita aventura arácnica tienen poco en común, además de que Spider-Man, en esta ocasión, apenas tiene una función de secundario cómico que relaja el ambiente previo y posterior a una historia sombría y violenta en la que Logan deja aflorar su lado más sanguinario para ayudar a Elektra en una misión contra miembros de la organización delictiva de La Mano. Por tanto, ni rastro de topoides o Hulks enfurecidos y muy poco del divertido Parker sacando de sus casillas al arisco Lobezno.

Lo único que une ambos relatos es su equipo creativo: Zeb Wells y el genial pero inconstante Joe Madureira. Las circunstancias de secuela sin ser secuela del cuaderno viene bien explicada en el artículo final de Julián Clemente, pero no nos dejemos engañar por la portada del mismo. Spider-Man poco.

Hasta aquí los peros, porque esta entrega de Salvaje Lobezno es una lectura muy recomendable. Primero porque se trata de un arco argumental completo, sin relación directa con las entregas anteriores de la cabecera ni con lo que está por venir. Es un relato autoconclusivo, perfecto para cualquier fan del personaje y para todo aquel lector ocasional que quiera leer alguna historieta de superhéroes sin estar condicionado por años de continuidad. Y segundo porque la historia es un verdadero disfrute. Como ocurriera con la saga de Frank Cho o la primera etapa de Spiderman Vengador, este es un cómic cuya máxima aspiración es la de hacer pasar un buen rato al espectador. El cómic de superhéroes en su faceta más lúdica y evasiva en el que la acción corre a raudales. Un cómic de palomitas.

Salvaje Lobezno #32 también hace algunos guiños a los fans más veteranos, siendo el más destacado, el clásico traje marrón de Logan, que además tiene la función narrativa de evidenciar que la que le ocupa, no es una misión para un vengador, sino para un asesino. O la posibilidad de enfrentar a Lobezno con Kigpin. El villano (de infausto recuerdo cinematográfico gracias a Daredevil [Mark Steven Johnson, 2003]) no suele prodigarse mucho en las colecciones mutantes, así que las pocas ocasiones en que lo hace son casi un acontecimiento.