No Direction

No Direction: Universal, como el desencanto

No Direction«La primera vez que Jeb ejerció su oficio no fue premeditada«

 

Una de las cosas que me ha dejado la pandemia es mi pasión por los paseos matutinos. A las siete y pico de la mañana, llueva o nieve, salgo a la calle y me despejo antes de entrar a trabajar mientras por los cascos voy escuchando las noticias, algo de música para coger ritmo o algún podcast. Precisamente, este verano comencé a escuchar casi de forma obsesiva un programa centrado en los asesinos en serie (mayoritariamente estadounidenses, pero con notables capítulos acerca de monstruos de otros países y épocas) y en la manera en que funciona su psicología. No tanto por el morbo (que también, los placeres culpables son lo que son) como por la manera en que ciertos individuos al límite nos permiten comprender el comportamiento de quienes nos rodean, quizás no tan monstruosos, pero con comportamientos extrapolables y con acciones y reacciones a veces siniestramente similares.

 

No sé si Moynot habrá tenido una afición tan tonta como la mía, pero lo cierto es que me parece increíblemente certero el dibujo que hace de dos asesinos en serie que viajan por unos Estados Unidos en los que abundan tanto las buenas gentes como los seres sin escrúpulos o los, sencillamente, indolentes de la vida. El gris retrato que rodea a la infancia y la juventud de Jeb hasta que comete su primer asesinato concuerda mucho con lo que he escuchado una y otra vez en el antes citado podcast y el camino sangriento, irracional y sin esperanza que emprende en compañía de Bess puede sonar a locura, pero es algo aterradoramente posible en el mundo en el que estamos viviendo.

 

«Pero una cosa llevó a la otra… y no encontré el momento de irme«

 

Habla Planeta de una América ‘que se desmorona‘ el la sobrecubierta de este libro, pero lo cierto es que el relato de Moynot bien podría estar ambientado en un viaje por carretera desde Sevilla hasta Valladolid pasando por Cáceres. O en una ruta que llevara de Marsella a Génova pasando por Niza. Cambiarían los paisajes y los escenarios, pero se mantendrían los retratos de sus protagonistas: jóvenes víctimas de abusos, mujeres heridas y un cierto número de personajes a los que resultaría ofensivo encuadrar tanto en el grupo de los héroes como en el de los villanos en cualquier situación. Moynot baja al barro para enseñarnos lo que allí se retuerce, que no es tan distinto de lo que nos rodea en el día a día, pero que quizás no tenga la clase o el estilo que esperamos en los protagonistas del cómic de turno.

 

No Direction

No Direction

 

No Direction ofrece una imagen que resulta dura de contemplar, pero de la que es imposible desviar la mirada. Nos habla de personas rotas que tratan de recomponerse a cualquier precio, que buscan rellenar los huecos que les faltan en el alma con algo de alcohol barato, amor de usar y tirar o adictiva y fría violencia. Y quizás lo más tenebroso de todo esto no sea lo que leemos a lo largo de sus cerca de doscientas páginas, sino esa sensación de veracidad que nos queda de fondo… O esa colección de sueños sin futuro, ni dirección clara, que nos son ofrecidos en las últimas páginas de este interesante álbum.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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