Huérfanos de Vampirella desde que a finales de 2012 Panini renunciara a seguir publicando su actual serie tras solo dos volúmenes, Planeta DeAgostini se ha propuesto remediarlo con la publicación, en varios volúmenes en tapa dura, de la ya mítica etapa del catalán Pepe González, ilustrador catalán que definiera a la vampiresa oriunda de Drakulón para la generación de los 70 y posteriores. Y es que la Vampirella más icónica que ha llegado hasta nuestros días es la de González, con su acertada de feminidad y sensualidad. Una figura que a pesar de su sexualizada apariencia, exuda elegancia.
Este primer volumen incluye los números #12-25 de Vampirella Magazine y el primer Annual, publicados originalmente por la editorial norteamericana Warren entre 1971 y 1973 (además de las portadas originales –a todo color– a modo de extras), justo a partir del comienzo de la incorporación del artista español como dibujante principal de la colección. Y aunque esta edición obvia las vivencias anteriores de Vampirella, la inclusión de ese primer Annual permite a los lectores conocer, más o menos, los orígenes del personaje, pues la historia relata la huida de la heroína de su moribundo mundo a nuestro más próspero planeta. De esta forma, ya desde la primera aventura queda bien definido el imaginario que envuelve al personaje, su mitología y capacidades personales. Es una vampira, pero no le daña la luz del Sol, se alimenta de sangre, pero no convierte a sus víctimas. Tiene unas aptitudes atléticas sobrehumanas, se puede convertir en murciélago, se adapta a cualquier tipo de clima (la justificación para que luzca sus diminutos trapos aunque se encuentre en un monte nevado) y demuestra cierto tipo de poder mental para doblegar la voluntad de los humanos.
Uno de los aspectos característicos de esta ya clásica Vampirella, en comparación a encarnaciones más contemporáneas, es el profundo sentido trágico de sus historias. Los personajes han de pagar un altísimo precio si quieren alcanzar sus objetivos, indistintamente si son malvados o solo buscan hacer el bien. La aventura y el terror son parte fundamental, casi definitoria de sus relatos, pero es el peso del destino, el pseudo-aleccionador mensaje del “todo acto tiene sus consecuencias” lo que dota a esta etapa de una identidad propia y resta argumentos a los posibles detractores que aducen que el personaje y sus circunstancias no son más que una amalgama de clichés y arquetipos vacíos. Desde la propia Vampirella en su eterna lucha contra sus instintos de depredadora por amor, a secundarios como Pendragón con su devastadora afición a la bebida, los personajes que inundan estas páginas muestran una encomiable cantidad de matices.
Aunque sin duda, para todos aquellos amantes del mito vampírico, uno de los mayores atractivos que esconden las páginas de este primer volumen, es el uso que se hace de Drácula y su entorno. Los diversos autores del tomo (entre los que se encuentran Archie Goodwin y Steve Englehart) aprovechan con terrible inteligencia la obra de Bram Stoker para introducir al Conde Drácula en el universo de Vampirella con total naturalidad, de tal forma que ambos personajes se retroalimentan y enriquecen sus respectivos universos. Se hace un largo recorrido por la historia del temible vampiro engarzando su origen en la mitología de Vampirella, al tiempo que lo convierte (a él y al resto de personajes de la afamada novela como Van Helsing o Jonathan Harker) en una pieza indispensable para conocer y comprender a la protagonista de la serie.
Por mucho erotismo que pueda arrastrar consigo la apariencia de Vampirella, sus relatos no dejan de ser cuentos de terror, partícipes y deudores del espíritu de la productora/factoría brítanica Hammer, o de antologías como Tales from the Crypt de EC Comics, y se aferra a ello para generar ambientes oscuros y perversos, escondiendo verdaderos temores (reales como la pérdida de un ser querido u obsesiones que se vuelven contra uno mismo e irracionales como los monstruos en sí). Hombres lobos, seres demoníacos, brujería… los temas y seres del terror se dan cita en las páginas de una colección que es mucho más que el ya de por sí excelente trabajo de Pepe González a los lápices.
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