«¡… Esto es el fin del mundo!«
Ya conocemos bien a John Byrne por estos lares. Su contribución a la editorial DC a través de su interpretación de Superman ha marcado un antes y un después para miles de fans a lo largo y ancho del globo. Sin embargo su carrera va mucho más allá del Hombre de Acero y de la editorial que se muda ahora a Los Angeles, Los Cuatro Fantásticos, Green Lantern, Spider-Man… múltiples superhéroes han pasado por las manos de este artista desde que comenzó su carrera allá por los 70. Y no sólo héroes, Byrne también ha llevado su arte fuera de las dos grandes editoriales norteamericanas y, de hecho, lo hemos podido ver con Dark Horse en Babe y Hellboy y en IDW con la versión comiquera de Angel (spin-off de Buffy Cazavampiros) o con la actual Doomsday, que nos ocupa hoy.
Así, este británico de nacimiento ha tocado durante casi medio siglo casi todos los palos posibles y ahora, en medio de una situación geopolítica complicada, retoma una vieja idea de sus tiempos en Charlton Comics para darle un lavado de cara y volverla más realista y creíble, demostrando que el verdadero talento del artista no se centra únicamente en su calidad puntual (pictórica o argumental), sino en su capacidad para reinventarse con el paso de los años, mostrándonos una cara nueva cada vez, una nueva faceta hasta el momento inexplorada por sus seguidores o por él mismo.
«Eso significa que podría haber supervivientes«
El punto de partida de Byrne es simple y nada novedoso (se me ocurren al menos un par de películas y libros que tratan el tema): una tormenta solar de proporciones extraordinarias acaba con la vida en la mayor parte del planeta, dejando a los últimos supervivientes de la humanidad arrinconados y luchando por sobrevivir en un planeta que dista mucho de ser tan hospitalario como lo fuera antaño.
La innovación de Byrne llega por varios frentes. Para comenzar, los protagonistas asisten al Fin de los Días desde la posición privilegiada de la Estación Espacial Internacional. Desde la ingravidez de la órbita terrestre, este equipo de científicos y militares se las tendrán que ver y desear para regresar a la bola de fuego en la que se ha transformado su hogar (primero) y encontrar un lugar seguro en el que prosperar en la Tierra posterior al Apocalipsis. Con este movimiento, que se aleja de ficciones como Revolution (cuyos protagonistas son víctimas en primera instancia del apagón que sumió a la humanidad en las tinieblas tecnológicas que marcan la serie) presentando a una serie de personajes plenamente conscientes de la situación a la que se enfrentan y con la capacidad suficiente como para hacerle frente. Con este osado movimiento el autor nos demuestra que la preparación no lo es todo y que la capacidad para trabajar en equipo y para sostenerse los unos a los otros será, a veces, mucho más importante para lograr salir adelante en un mundo hostil y despiadado.
«Jamás había visto nada parecido«
La otra gran apuesta de John Byrne con este cómic pasa por el uso de los tiempos. Aunque ha sido criticada en ciertos ambientes, la idea de los saltos temporales que propone el guionista con esta obra me parece un movimiento acertado y genial que nos ahorra tiempos muertos de escaso desarrollo sin enloquecer la trama ni ocultarnos el desarrollo de los personajes y sus relaciones. En estos primeros cuatro capítulos asistimos al Día del Juicio Final, a los primeros y desesperados intentos por sobrevivir y buscar a otros seres humanos y a la constitución de una nueva y rudimentaria sociedad sobre las ruinas (físicas y morales) de la que una vez dominó el planeta. Todo ello con elegancia y con el buen sentido artístico que le dan a Byrne sus cuatro décadas y media a los lápices.
Un año después de su paso por Estados Unidos, Yermo Ediciones nos trae esta pequeña joya del cómic norteamericano de catástrofes en color y en cartoné. Merece la pena darle una oportunidad, no sólo ya por el nombre de quien firma la obra, sino por lo mucho que uno puede aprender de sí mismo y de sus semejantes a través de las reflexiones que destila un cómic que tiene mucho más de ciencia que de ficción y con el que Byrne demuestra una vez más su virtuosismo en la viñeta.
Deja un comentario: