¡Cuánto me alegro de haber sido paciente! Iniciada la aventura la misma semana de su estreno en PlayStation 4 sufrí todos los bugs habidos y por haber. Mi camino hacia la iluminación pagana como líder de una secta de adorables criaturas -¡cómo me gustaría tener el peluche de alguno de ellos!- parecía destinada al fracaso, o al menos a ser un camino lleno de tormentos y sufrimiento. Pantallas que se bloquean mientras el tiempo avanza y mueren mis adeptos sin que pueda evitarlo, preciados corazones que caen fuera del marco jugable y resultan inalcanzables, misiones que se activan sin que tengas los recursos necesarios y te encierren en tu propio campamento, cartas que no se activan… Un buen líder resiste y resiste a pesar de las adversidades hasta obtener su recompensa. Superadas las 20 horas me convertí en la nueva divinidad que amar y temer.
Los parches, ¡benditos parches!, hicieron su trabajo y a día de hoy -el juego salió a la venta en formato digital el 11 de agosto- el juego de Massiver Monster y Devolver Digital es plenamente funcional. No solo eso, sino que es una propuesta que no podéis dejar escapar.
Cult of the Lamb combina mecánicas roguelite y de gestión en el que encarnamos a un achuchable corderito con una misión: formar una secta al servicio y devoción de un ente primigenio (la herencia lovecraftiana es inevitable e innegable) que responde al nombre de Aquel que espera y, al mismo tiempo, iniciar una cruzada contra los herejes enemigos de nuestro dios salvador. Adorabilidad y violenta crueldad a partes iguales. Ambas facetas -la de gestión y la de mazmorreo- son igual de importantes pues una nos mantiene en el juego (sin adeptos perdemos la partida porque ¿de qué sirve una secta sin mentes inocentes que manipular?) y nos permite conseguir mejoras para nuestro personaje; mientras que la otra nos permite completar la historia (siendo generosos, que narración hay la justa) y alcanzar los créditos finales, así como obtener recursos para nuestra secta.
Una de las claves del juego son las sinergias que se establecen entre sus dos partes. Ni puedes descuidar la gestión de la secta, ni puedes abandonar la cruzada religiosa. Los recursos se agotan a un ritmo voraz (sobre todo los alimentos) y el tiempo no se detiene ante nada ni nadie. Si pasas mucho tiempo guerreando puedes conseguir más y mejores recursos, pero el campamento puede descontrolarse (adeptos que pierden la fe y animan a los demás a la rebelión, adeptos que mueren de inanición o de vejez…). Y si no pones tu vida en juego por orden y gracia de Aquel que espera la consecución de recursos se vuelve más insoportable que la cuesta de enero y reponer a los adeptos fallecidos será imposible.
Esta urgencia de no descuidar ninguna de las dos fases del juego beneficia el dinamismo del mismo, es muy difícil ser tentado por el aburrimiento porque siempre hay algo que hacer. Que si mejorar tal construcción, decorar tal parte de la secta, hacer un ritual para sacrificar a tal adepto, vencer a tal monstruo para obtener ese objeto de deseo que nos dará una valiosa ventaja… Son muchos los detalles a tener en cuenta y que hacen de cada run algo diferente. Como buen acercamiento a los roguelikes (sencillo que no simple), la aleatoriedad es un factor importantísimo. Cada vez que nos adentremos en uno de los cuatro escenarios (el quinto es directamente la pelea definitiva) partiremos con unas armas y habilidades diferentes, además de la posibilidad de dar con ventajas temporales (caducan al abandonar la travesía en curso y volver a la secta) y diferentes tipos de pantallas: peleas por acoger nuevos adeptos, luchas con condicionantes a cambio de mejores recompensas, espacios de recolección o recuperación de salud… La faceta roguelite premia tanto la valentía como la rapidez.
Si bien alguien no habituado a los roguelikes puede disfrutar mucho de la propuesta desarrollada por Massive Monster gracias a lo dinámico de los combates (algunos bosses, además, tienen ciertas pautas que parecen sacadas de un bullet hell, añadiendo variedad a la acción); si no te gusta eso de gestionar comunidades, poco tienes que hacer en Cult of the Lamb. Si, en cambio, te hacen sentir poderoso o estás dispuesto a darle una oportunidad, encontrarás un juego terriblemente divertido. Con la excusa del diseño cute los desarrolladores han impregnado el juego de un humor negrísimo no apto para mentes sensibles. No esperes barbaridades, tampoco es eso; pero el sentido del humor es coherente con el tipo de actividad que desarrollas como pastor de un pagano rebaño.
Completada la partida a día de hoy faltan alicientes para alargar la vida del juego más allá de rejugar las mazmorras (cuya dificultad aumenta una vez derrotas al primer hereje de cada una) o de cultivar el culto hacia tu persona en la secta. Los desarrolladores prometen, eso sí, que «se vienen cositas». Esperemos que así sea. ¡Larga vida al cordero!
Analizada la versión de PS4.
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