Pocas propuestas vamos a encontrar como No te preocupes, querida (2022, Olivia Wilde) tan honestas en su planteamiento que tienen que buscarse las vueltas en su desarrollo para intentar enturbiar su cristalina apariencia. No es un remake ni está basada en ella, pero la película de Wilde recuerda mucho en sus planteamientos al clásico Las esposas de Stepford: una comunidad perfecta que respira valores tradicionales por los cuatro costados y una protagonista que se rebela contra la sumisión institucionalizada.

Ya la primera secuencia deja claras las intenciones de la historia. Tanta perfección es irreal. Cuando vemos un marco súper idílico -más cuando está tan subrayado como aquí- enseguida activamos la alarma a la espera de que se revele el truco. Y cuando el imaginario es tan evidente (El show de Truman, El Prisionero, Pleasantville…) es difícil no prever por dónde van a ir los tiros. No te preocupes, querida parte de una verdad: tanto la película como los espectadores saben de qué va. Así, el interés no radica tanto en qué es lo que va a suceder, sino cómo se va a llegar a la resolución.

Bajo estas condiciones Wilde apuesta por explorar la psique de su protagonista (soberbia, como siempre, Florence Pugh), profundizando en las consecuencias que tiene para ella el saber que algo va mal y que todo el pueblo la confronta, presentándole una realidad que choca contra su propia percepción. Así, a lo largo del filme confluyen un escenario «real» (que sabemos que no lo es) y un buen puñado de secuencias oníricas -que coquetean incluso con modos del cine de terror- en los que la directora da rienda suelta a su buen ojo con la cámara, jugando y arriesgando con encuadres y movimientos, a fin de refozar la sensación de distorsión. Las mismas actuaciones del reparto que acompaña a Florence (con Chris Pine y Harry Styles a la cabeza), van en esa dirección; todas están un punto por encima, dejando claro que Alice (Florence) y el resto de personaje están en códigos -realidades- distintas.

Si está todo tan claro, ¿cuál es el problema? Que por algún motivo la película se empeña en romper ese pacto de conocimiento compartido con la audiencia, engañando a sabiendas incluyendo pistas falsas. Ciertos recursos para mantener o alargar la tensión se sienten artificiales porque van en contra del marco asumido por filme y audiencia. Esto al final repercute en las expectativas acerca de la resolución del cómo… No te preocupes, querida se molesta en dar rodeos y generar dudas sobre nuestras asunciones iniciales para dar la respuesta más obvia posible. Una solución y explicación trilladísima que ciertamente no esperamos. Menos aún cuando asumimos que Wilde ofrecerá un discurso más combativo y complejo. Su discurso fuera del set y el discurso de su primer filme (Súper empollonas, 2019), así como la propia presentación de la película que nos ocupa indicaban pensar en una ambición mayor en cuanto al mensaje y su forma. Pero volvemos a evocar Las esposas de Stepford.

Sí, el discurso de género está ahí y el ánimo de aportar su voz se intuye en algunos momentos. Pero No te preocupes, querida llegados los créditos finales, discurre de forma correcta, sin excesivos riesgos. Cuando tiene la oportunidad de explorar dilemas y situaciones más delicados que le darían ese puntito de originalidad o novedad respecto a sus referentes, se frena y se mantiene en una cómoda zona de confort. También puede ser que todo estuviera en nuestra mente y que las intenciones de Olivia Wilde y No te preocupes, querida no sean más -ni menos- que las que vemos a simple vista: ofrecer un entretenido -y modélico- producto de género construido sobre un carismático reparto y un efectivo -que no original- giro final.