Koei Tecmo vuelve a una de sus sagas con más solera en una entrega que apuesta por narrar uno de los episodios más convulsos -y más desconocidos para el público occidental- de la milenaria historia china: Los tres reinos. Dinasty Warriors: Origins ofrece una mirada ciertamente romantizada de un conflicto que marcaría el destino de una de las naciones más poderosas del mundo. Para los veteranos de la saga igual esto no supone una novedad per se, puesto que este es el marco habitual de la franquicia. ¿Cuál es la novedad entonces? Que nos situamos en el origen de dicho periodo histórico con la rebelión de los turbantes amarillos, que supuso el principio del fin de la dinastía Han, como punto de arranque.
La base histórica permite jugar con hechos y personajes verídicos, siendo también el motor de la narración en curso. El acercamiento, sin embargo (y como es lógico) parte de la ficción y un aire fantástico y de leyenda; máxime cuando encarnamos a un héroe anónimo -y amnésico- capaz de cambiar el curso de cualquier batalla gracias a su extraordinario dominio de las artes marciales y su capacidad de ver más allá de lo que aparece a simple vista en el campo de batalla (y ya en los últimos compases del juego, capaz de lanzar ataques como rayos mágicos o explosiones de hielo).
Por delante, divididas en cinco capítulos, tenemos cerca de 35 horas para completar la historia principal (y un buen puñado de misiones secundarias, casi la mitad) obteniendo uno de sus seis finales. ¿Seis finales? Tal cual. Habiendo tres reinos, podéis imaginar que cada uno tendrá su propio final, a los que hay que añadir los finales secretos o verdaderos de cada uno, obtenibles cumpliendo ciertos requisitos (en forma de salvar a determinado personaje en un capítulo concreto o venciendo a tal enemigo). Esto ya es pura estimación, pero es probable que en 40-45 horas pueda completarse el juego en su totalidad, lo que no está nada mal.
Como buen musou -género del que precisamente Dynasty Warriors es su mayor exponente- la base jugable radica en correr de cabeza a la batalla en escenarios amplios, pero bien delimitados, luchando con diferentes tipos de armas (espadas, lanzas, guanteletes… así hasta nueve) contra hordas de enemigos que parecen no acabar nunca, pudiendo acabar con centenas, e incluso miles, de ellos entre oficiales y soldados rasos (en las batallas más largas el número de víctimas puede dispararse hasta superar holgadamente las 3.000). En apariencia, todo muy habitual y hasta repetitivo.
Este Origins, sin embargo, propone algunas variaciones que le dan mucha flexibilidad a las batallas a partir de una mecánica de bloqueos y contraataques imprescindibles para salir airosos de los combates contra los enemigos más poderosos (a quienes hay que ir reduciendo su fortaleza antes de poder bajar su barra de vida), como si de un soulslike (con todas las enormes diferencias, pero para hacernos una idea) se tratara, teniendo que luchar usando un enfoque más táctico y midiendo los tiempos y movimientos de nuestros rivales. Hay, además, la posibilidad de entablar duelos: rápidas batallas individuales (de 50 segundos, como si fuera un juego de lucha) contra determinados enemigos pulsando L1 + R1 en el momento adecuado.
Atinar con el bloqueo en el momento preciso tiene también su recompensa, pues nos permite lanzar un contraataque contundente casi de forma automática. Algo similar ocurre con las esquivas perfectas, que aumentan nuestra valentía, una barra importante para ejecutar ataques especiales o «artes» como la citada explosión de hielo… sin duda, uno de las artes más poderosas del juego. Siguiendo con estas artes, las hay comunes a todas las armas y otras tantas que son específicas de cada una, por lo que conviene ir cambiando con asiduidad de arma; no solo para dominar las artes, sino para que nuestro personaje aumente de rango o nivel y así aumentar sus estadísticas de salud, ataque y defensa. Dynasty Warriors: Origins invita siempre a cambiar y experimentar.
Tanto, que hasta nos da la oportunidad de comandar nuestra propia fuerza de apoyo que, mediante una serie de tácticas preestablecidas -pero intercambiables y desbloqueables según avanzamos-, trabajará cual escuadrón lanzando flechas, haciendo cargas contra barreras enemigas o formando un escudo para proteger nuestro avance; subrayando así el aspecto táctico del juego, porque no todo es cargar a lo loco contra la masa enemiga. De hecho, hacer eso en lugar de leer el mapa y buscar rutas donde debilitar las fuerzas rivales nos puede hacer perder la partida sin remedio.
En el lado negativo, además del poco carisma de nuestro protagonista y su anodina historia (hasta pasado el tercer capítulo no coge cuerpo y pocas interacciones con los personajes secundarios tienen verdadero interés), tenemos las misiones secundarias y escaramuzas, harto repetitivas. Son importantes para ir adquiriendo puntos de habilidad y aumentar nuestro rango/nivel con más rapidez y -exclusivo de las secundarias- obtener objetos de equipo y aumentar el tamaño de nuestra fuerza de apoyo; pero a la larga, las vamos dejando de lado porque pesa más lo mecánico de su propuesta que las recompensas que aportan a nuestro personaje.
Tampoco está muy inspirado el diseño del mapa (que no el mapamundi por el que nos movemos), poco intuitivo a la hora de leer la información, obligándonos en muchas ocasiones a chequear todos los puntos de interés en busca de personajes o misiones con las que interactuar. Al final, obviamente, con el paso de las horas uno se habitúa a él, pero se echa en falta, por ejemplo, una mayor claridad para destacar los eventos importantes o algún acceso rápido a los mismos. Y ya, si somos muy tiquismiquis, se habría agradecido la posibilidad de usar más personajes (al menos una vez completado la historia por primera vez) y el modo cooperativo tan clásico del género.
Por lo demás y a modo de resumen, Dynasty Warriors es una interesantísima propuesta capaz de marcar el camino a seguir de un género cuya evolución parecida estancada y al que le costaba ofrecer ideas nuevas. Su gran baza es su puesta en escena y su combate, divertido y sorprendentemente variado. Le falta, eso sí, una narrativa a la altura y darle una vuelta de tuerca a las misiones secundarias para que el «obligado» farmeo no se haga tan tedioso, quizás dándole más protagonismo a mecánicas como los duelos o los escuadrones a nuestro servicio.
Analizada la versión de PlayStation 5
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