Agua para elefantes: Un elefante se balanceaba…

Agua para elefantes es la versión cinematográfica del libro homónimo de la escritora canadiense Sara Gruen. La historia comienza con Jacob, un anciano que empieza recordando cómo se vio obligado a abandonar sus estudios de veterinaria y cómo, de casualidad, empezó a trabajar en un circo. Allí se enamoraría de la bella y dulce amazona Grace, prohibida para él por ser la mujer del director del espectáculo. Es, por tanto, un cuento circense ambientado en Estados Unidos en los primeros años de la década de los 30 tras la gran depresión, en el que los protagonistas principales forman un triángulo amoroso. No es un argumento demasiado atractivo en el sentido de que las historias sobre circos no son algo que el público adore y acuda corriendo a la gran pantalla (hecho que sí acontece con películas cuya temática versa sobre alienígenas o el fin del mundo por ejemplo, ya que por muchas que se hayan hecho la gente no deja de ir a verlas) pero puede llamar, aparte de a los lectores del libro, a más de uno a las salas de cine sobre todo por los actores que personifican esta historia.

¿Quiénes son los encargados de formar el reparto? Pues en primer lugar Robert Pattinson, quien encarnando al joven veterinario Jacob hace que su actuación en la saga Crepúsculo sea magistral (creo que no hace falta decir nada más). Muchísimo mejor el papel del Jacob anciano interpretado por Hal Holbrook, aunque aparece en pantalla en torno a 5 o 10 minutos, expresa muchísimo más que Pattinson en 2 horas.

En cuanto a la ganadora del oscar por En la cuerda floja, Reese Witherspoon, decir que no ha sabido darle la fuerza necesaria a su personaje, no es que haga una mala interpretación pero sin duda podría haberlo trabajado más para que nos cautivara como en teoría se pretende. Esto, hablando individualmente de sus actuaciones; juntos Pattison y Witherspoon carecen de química alguna, gran error para una película en cuya historia tiene gran importancia el amor. Por su falta de conexión no lo recordaremos como uno de los grandes romances del séptimo arte ni mucho menos. De los protagonistas, el único que hace un buen papel y que le da algo de garra a la película es Christoph Waltz, el jefe del circo.

En lo referente a la fotografía, llevada a cabo por Rodrigo Prieto (encargado también de la de Brokeback mountain y Los abrazos rotos entre otras) hay que hacer mención a su belleza y perfección y a la buena ambientación que se le da al mundo del espectáculo de trapecistas, payasos y domadores de animales.

Y hablando de animales… si antes he dicho que las actuaciones principales dejaban mucho que desear, me olvidé de la de Rosie, la elefanta estrella del circo. Sin duda bien amaestrada e inteligente, quien, al contrario que sus compañeros de carne y hueso, desprende más de una emoción en el espectador. Aparte de ella, los animales tienen gran protagonismo en el film (así como en el libro, y no es de extrañar puesto que su autora es una gran amante de ellos) y pese a que son maltratados en pantalla, para nada lo son en la realidad (ya que se asegura que «ningún animal sufrió daños durante el rodaje»). Así lo confirma la AHA (American Human Association), asociación encargada de ponerle dicho «sello» a las producciones cinematográficas que incluyen animales, labor que lleva haciendo desde que en Tierra de audaces (1939) dos caballos acabaran muertos.

Finalmente, respecto a la película en conjunto, decir que para la historia de amor de la que trata, carece de la pasión y conexión entre sus protagonistas necesaria para que pudiéramos recordarla más allá de las dos horas de duración del largometraje. Y sin ella, pocas cosas más se tratan por la que Agua para elefantes merezca ser recordada. A destacar, la descripción de las entrañas del negocio del circo de aquella época.

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