Clint Eastwood, es usted un hombre que no tiene palabra. Cuando protagonizó (y dirigió) Gran Torino, aseguró que sería la última vez que se pondría delante de la cámara. Lo lamentamos profundamente, pero disfrutamos por última vez de ese Eastwood cascarrabias, duro, cabezota como el solo y con gran corazón. O eso creíamos. Porque ha roto su palabra. ¿Y para qué? Para hacer lo mismo de siempre y, de paso, echar por tierra el recuerdo que teníamos de ese último héroe crepuscular que nos regaló hace tres años.
De haber sido para participar en uno de esos títulos que huelen a clásico desde el momento que se leen las primeras líneas de guión, una de esas películas que elevan su profesión a la categoría de arte no habría pasado nada. ¡Es Clint Eastwood, por favor! Pero para actuar en una más, ¿qué necesidad había viejo lobo?
Clint, ¿puedo llamarle Clint, no? Tengo una pregunta que hacerle. ¿Qué fue lo que vio en Golpe de Efecto? Porque a su edad y con su trayectoria me imagino que el dinero no es lo más importante. Se trata, como decía antes, de una película más, otra historia de redenciones, segundas oportunidades, de relaciones rotas entre padres e hijos y de cómo superan juntos las adversidades.
Cierto, la cinta no está mal, pero queda esa sensación de un relato que ya hemos visto infinidad de veces. Se forma una sonrisa en nuestra boca cuando salimos de ella (cierto, es algo muy complicado de conseguir por lo que tiene su mérito), pero esta se desvanece a las pocas horas. No queda más que un vago recuerdo. Y usted debería exigir más.
Después de cuantas, ¿7? ¿8 películas como asistente de dirección? no sé que ha aprendido Robert Lorenz de usted. Sabe narrar, de eso no hay duda, pero le falta alma. Y de su trabajo con los actores no puedo decir gran cosa. Les deja a todos a su aire, no tienen ningún reto importante al que enfrentarse. Usted vuelve a ser nuestro añorado Sargento de Hierro, Justin Timberlake va de buenazo que quiere echarles una mano a su personaje y al de su hija (además de intentar ligársela, obvio), y ella, Amy Adams ha sabido darle bien la réplica. ¿Pero John Goodman? ¿Chelcie Ross? ¿Robert Patrick? Mucho nombre para papeles muy arquetípicos. Quizás esté exigiendo demasiado a una película en el fondo, sencilla, para ver una tranquila tarde en la tele.
Entiendo que Moneyball todavía esté muy reciente, pero ahondar un poco más en el mundo de los ojeadores le podría haber aportado un plus al film. Pero el deporte en este caso no es más que un telón de fondo que ayuda a transmitir su bienintencionado mensaje. Un poco de luz nunca viene mal ¿eh? Si es que en el fondo es un sentimental.
He disfrutado, pero después de traicionar su palabra esperaba bastante más de usted.
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