Está claro que James Wan estableció con sus dos Expediente Warren una nueva forma de concebir el cine de maldiciones, casas encantadas y exorcismos, puesto que consiguió reintroducir en estas películas conflictos humanos más allá de la amalgama de golpes de sonido, gente volando y vomitando negro en la que se habían transformado. En El caso Einfield consiguió desde una escena musical narrar el terror con el que convivía a diario este matrimonio y no miedo a lo sobrenatural, si no, miedo a perderse.
En paralelo a esto y en la línea de los universos compartidos (que tan de moda están) se han desarrollado una serie de spin-offs que cuentan historias que suceden en el mundo de los Warren pero que no necesariamente están relacionadas con ellos como es el caso de La llorona que aparece vinculada a un personaje de la primera entrega de Annabelle y que cuenta la historia de una agente social que tras separar a una madre de sus hijos se verá perseguida por este ser maldito de la tradición mexicana conocido como Llorona y tendrá que llamar a un curandero para evitar un mal mayor.
Siendo claros, la película es una baratija: un presupuesto ínfimo, una trama más que trillada y un desarrollo totalmente esquemático que garantiza, como mínimo la funcionalidad del filme y elevados datos de taquilla. Lo extraño es que comienza queriendo ser una película de James Wan, con sus típicos planos secuencia y travellings locos filmados con la más moderna de las steady cam recorriendo los interiores de la casa que posteriormente estará maldita, pero esto le dura apenas diez minutos.
Cuando ha presentado a los personajes y la historia, se olvida de ese terror estilizado y de ambiciones estéticas y se transforma en la más convencional de las películas de jump scare con todo lo que eso conlleva: golpe de sonido aquí, una mano tenebrosa allá, un niño se da la vuelta y hay un fantasma, espejos rompiéndose… y sí, funciona muy bien, acojona mucho pero no deja poso, el terror desaparece con el primer título de crédito y acostumbrados a un terror más experimental como el que ofrecieron Hereditary o Un lugar tranquilo, esto nos sabe a poco. Lo peor es que, este aceptable menú, se hunde definitivamente con el clímax y la escena final, propios de la película más recóndita e infame de Netflix y que hace que acabe dándote igual todo.
Virtudes tiene (Linda Cardellini por favor), no todo es horrible y la película es muy entretenida, pero a estas alturas… como que no hace falta algo así. La llorona es esa hamburguesa de pollo de 1 euro que tomas cuando sales de fiesta, en su contexto te sabe deliciosa pero mejor no pensar que lleva dentro. Es una película que parece salida de una fábrica, no hay mimo, no hay un sello personal y podría haber un director diferente detrás de cada escena, pero aún así engancha, es la intrascendencia absoluta, pero al final el universo de James Wan trascenderá dentro del género del terror y probablemente estos spin off sean muy bien valorados en perspectiva porque hay algo detrás de estas historias que nunca dejará de inquietarnos.
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