El reparto resulta excepcional, Hellen Mirren y Christopher Plummer, los veteranos ya nominados y premiados en diversas ocasiones, se mezclan con una nueva hornada de actores, como el que interpreta a uno de los personajes principales, un joven rubio, de buen aspecto que queda un tanto soso pero divertido, le da el toque cómico que contrasta con el dramatismo que tiñe la historia.
Michael Hoffman, es capaz de organizar un gran drama, unos actores que son capaces de transmitir sensaciones, sentimientos y sensibilidad. Nos muestra el buen hacer del arte del cine. La ambientación nos muestra una Rusia diferente a la que solemos ver en la gran pantalla. No se deja ver el gélido clima, no se muestra desgracia ni pobreza ni comunismo visto desde la óptica hollywoodiense, al contrario, vemos una Rusia verde, arbolada, donde queda espacio para nuevos movimientos como es el que propone Tolstoi y también queda lugar para el mundo en el que vive su mujer, la condesa. Sorprende el reflejo que hacen de la prensa sensacionalista del momento. Detalles como este dan un toque bastante cómico a la película. Una bonita historia de amor entre dos ancianos, las diferencias sociales y la lucha por sacar adelante un movimiento ideológico son congregados para esta gran función que se alarga tal vez demasiado, pero no deja indiferente. Sonreír entre lágrimas o suspirar ante los sollozos. No seré yo quien le niegue el clínex a nadie, pero mi recomendación es verla, aunque los sensibles, deban tomar precauciones antes.
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