Salvando las distancias: Un típico tópico que gusta

TitularUna fiesta, da igual el lugar. Un grupo de personas que ríen y gozan del momento. Uno fuerza la comisura labial mientras mira el móvil. Pensativo y lejano en la cercanía. Su mente; a miles de kilómetros unas cuantas horas y muchos minutos. Esa persona que no es tal en ese momento se llama Garrett (Justin Long). Un descubretalentos obligado a representar grupos de jovenzuelos sin gusto. En otro lugar, en la costa opuesta de Estados Unidos y para ser exactos, en Stanford, una periodista llamada Erin (Drew Barrymore) que busca trabajo – ¡y luego dicen que el cine no es real! – sólo en Nueva York, justo donde vive Garrett. El por qué; simple: el amor. 40 días de esa pócima que cambia la percepción de la vida. Garrett no había llorado en su vida por una mujer, y eso que lo había finiquitado con una chica, que es un híbrido entre Julianne Moore y la propia Barrymore, el día de su aniversario. Por esas fechas Erin termina las prácticas en el prestigioso periódico New York Sentinel y riéndose de los niñatos en una noche de fiesta se encariña de uno, Garrett, del cual se enamora en esos 40 días que les restan hasta la vuelta a la realidad, su casa en la otra punta de Estados Unidos.

 

TitularCon este plantel se inicia la primera media hora de la última – que dentro de poco no lo será- comedia amorosa que llega a nuestras pantallas; en este caso de la mano de la directora Nanette Burstein, ya habituada a esta temática en su paso por la televisión. Una vez que la distancia se hace efectiva, la historia se sustenta en los amigos de Garrett en Nueva York, ciudad en la que ambos se conocen, y en Stanford, ciudad de la costa Oeste americana en donde está la hermana de Erin con su familia. Cada parte aporta puntos cómicos a su manera, pero por risas y ambiente gana Stanford, en parte, provocado por el ímpetu amoroso que provoca la ausencia de sexo y que destaca sobre todo en el hall y comedor de la casa de la hermana… El resto ya se lo imaginan: las clásicas dificultades que surgen en el camino de estos románticos que dejan, o por lo menos lo intentan, todo por el amor. Las complejidades de la dura distancia y los problemas que conlleva: celos, necesidades sexuales, abrazos en momentos de soledad en los que el teléfono no basta… Eternos y en muchos casos insalvables por ese olvido que hace la demasiado nombrada distancia. Hay personas que se quedan paradas esperando algo que no llegará; hay otras que no pueden esperar porque si no saben que el llegar no llegará. En Salvando las distancias se plantean los problemas que rondan la separación del amor dentro las circunstancias que rodean esta sociedad: no se puede dejar la estabilidad que nos han mostrado como forma de vida sin por lo menos cuestionárselo. Esos sudores que provoca el existencialismo se reflejan con el toque cómico y final -que no voy a desvelar- habitual con el que nunca nos sorprenderán, pero sí enternecerán, ya que por suerte para los protagonistas Joaquín Sabina en esta sala no cantará.

TitularDrew Barrymore sigue con los papeles cómicos en los que se ha encasquetado. Su belleza natural y esos ojos que irradian ilusión la sirven para todas estas interpretaciones en las que ha demostrado adaptarse a la perfección. Aquí igual que siempre. Poco más que salir de este género se la puede pedir a una actriz con un interminable número de actuaciones en comedias amorosas. Y es que la niña de E.T., que heredó los problemas del vicio de su padre, John Barrymore, parece levantar el vuelo definitivamente y no ha querido hacerse colega de las nuevas perlas del sueño americano, entre las que destaca Lindsay Lohan. Pero en este caso, y no como en otras de sus películas, Barrymore está muy bien acompañada por Justin Long, que vio florecer su carrera en 2001 por su interpretación en Jeepers Creepers, y por Charlie Day, que da vida a Dan, amigo y compañero de piso de Garrett, personaje que gana fuerza cuando su cuerpo no sale en pantalla, pero sí su voz o música. Las carcajadas surgen cada vez que las paredes de cartón pluma hablan provocadas por este Cupido moderno que ambienta las veladas de amor con los temas de Top Gun, película que adorna el cuarto y, por qué no, la vida de Garrett.

Miles de novelas, canciones y películas han hablado del amor y su vertiente existencial. Thomas Mann y su Muerte en Venecia con la homosexualidad reprimida tanteada al final de los días, en un camino sin retorno en la observancia de un polaco convertido en musa. The Smiths y su There is a light that never goes out con la única forma en la que la muerte adquiere belleza. O ese amor que está esperando Cuando menos te lo esperas, a la vuelta de la esquina de Jack Nicholson y Diane Keaton. Muchas formas de amar y de plantearse la existencia. En Salvando las distancias se hace a lo light, pero se hace bien y, además, con el grandioso toque musical de Michael Danna, al que todos recordarán por su composición en Pequeña Miss Sunshine.

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