The girlfriend experience: La insoportable imposibilidad del ser

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La carrera de Steven Soderbergh (Atlanta, 14-I-63), destaca por sus esquizofrénicos saltos entre títulos de estudio con grandes presupuestos y sonadas estrellas, como la trilogía de Ocean’s (2001,04,07), Traffic (2000) o Out of sight (1998) y sus experimentos independientes y underground, ya sean a través de estrenos en HD-Net, Bubble (2005) o producidos por él mismo a través de la productora Section Eight Production.

En el caso de The Girlfriend Experience, la producción corre a cargo de Magnolia Pictures. Se trata de un film aparentemente experimental e independiente dada su estructura narrativa y su lenguaje, que reúne temas como el drama, la sexualidad, el poder, la actualidad económica, o las relaciones de pareja. La película cuenta a través de continuos flashbacks y flashforwards la vida de Chelsea (Sasha Grey) una prostituta de lujo que a partir de su punto de vista personal, de sus relaciones de pareja y su intento de evolucionar en el negocio de las acompañantes de lujo, articula un completo crisol sobre los intereses de la sociedad capitalista actual.

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Narrativamente, la historia destaca por su dualidad y sus continuas definiciones por opuestos, ya sea el lujo y la falta de valores, la prostitución y las relaciones de pareja, o lo personal respecto a lo impersonal, elaborando una continua narración inconexa entre lo correspondiente a la prostitución y la situación personal de la protagonista, entre el estado de crisis actual y el afán profesional de evolucionar económicamente o entre la narración en primera persona de las relaciones que tiene con sus clientes, descritas desde la impersonalidad más absoluta al estilo Bret Easton Ellis. Estructuralmente, mediante el perspectivismo continuo al que somete el director al espectador, marcado por distintos detalles técnicos, filtros o planos, como ya hiciera en Traffic, elabora una narración que en ocasiones se sucede inconexa pero que está poéticamente relacionada con el estilo total del film, desorganizado en capítulos con distintos protagonistas, el periodista, el novio, el cliente o el tratante de blancas, con un nexo de unión común: la protagonista.

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Por otro lado, destaca la representación de los sentimientos a través de un capitalismo excesivo, reiterativo, fotografiado a través de oscuridad, tonos fríos, planos fijos, largos y estáticos, donde los sentimientos, la venta de los mismos, y la incompatibilidad de estos en los negocios se convierte al final en el tema principal de la película. La evolución de la sociedad según el film, se dirige hacia un estancamiento emocional donde la felicidad, el placer o el amor son valores al alza que se compran, se venden y en los que se invierte.

Al final, el film se recrea en un abrazo que lejos de desprender sinceridad o cariño, destaca como toda la película por su falsedad sentimental y doble sentido, donde la protagonista, lejos de tener una personalidad clara y propia se convierte en un rol aleatorio y dependiente de sus clientes, donde la penetración vaginal continua a la que es sometida por su profesión impide penetrar a través de la coraza sentimental que ha formado.

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