Antonio Chavarrías (Las Vidas de Celia, Volverás) nos trae un thriller con toques de película de terror y un aura de cuento que, pese a contar con muy buenas intenciones y un excelente Juan Diego Botto (Silencio en la Nieve, Martín (Hache)), no llega a lograr los objetivos que se propone.
Dos fallos:
Para el que firma estas líneas dos son los fallos principales de este film. El primero lo encontramos en el ritmo. Todos sabemos más o menos hacia dónde se dirige la película, entonces, ¿por qué hacer que tarde tanto en llegar? Probablemente porque entonces estaríamos hablando de un cortometraje y eso no vende entradas. Personalmente veo como un gran error no saber cuándo una historia no da más de sí, ya pasó hace unos años con la soporífera 9 (de Shane Acker), vuelve a pasar ahora y, recemos porque me equivoque, puede volver a ocurrir con el salto al mundo del largometraje de Frankenweenie. Si Sergi Belbel descartó el proyecto sería por algo.
El otro gran fallo radica en la falta de tensión que ocasiona la enorme previsibilidad del metraje. Quitando los últimos diez minutos de película, la cinta transcurre por unos cauces fáciles de identificar e interpretar. Aún diría más, el momento final del filme, la resolución, se anuncia indirecta e innecesariamente, con varias escenas de antelación. Hay escenarios y planos cuya salida en pantalla indica a las claras su funcionalidad. Qué más decir al respecto, un guión previsible en un thriller es un acto condenado al fracaso.
Botto y Lennie, una gran pareja:
Líos argumentales aparte, hay que resaltar la tremenda pareja de actores que conforman Botto y Bárbara Lennie (La Piel que Habito, Todas las Canciones Hablan de Mí). La química entre ambos es explosiva y la obra se beneficia mucho de sus actuaciones. Dictado nos habla del descenso a los infiernos de Daniel (Botto) a la par que escenifica el reencuentro de Laura (Lennie) con la paz de espíritu y la esperanza. Al primero lo vemos cada vez más consumido y demacrado (si es que algo así es posible en un actor con su físico) mientras que la segunda nos muestra su lado más maternal y cariñoso al lado de una Julia (Mágica Pérez) que dan ganas de adoptar como hermana pequeña.
Hablando de las interpretaciones infantiles, Mágica es la única que se salva. Adrián Bermúdez y Pedro Muiño (en los papeles de Daniel y su amigo Mario de niños) se limitan a hacer lo que se les dice y no aportan naturalidad a sus gestos. El uso de chavales en películas es siempre arriesgado, pero Chavarrías les endosa unas frases que ningún crío diría, con unas expresiones más propias del lenguaje literario de los años 60-70 que del lenguaje de calle de los 80-90, como pretenden ser. Menos mal que sus apariciones son escasas.
En resumen:
Dictado aprueba por poco y es gracias a sus tremendos protagonistas y a un final muy atractivo. Por lo demás, una película que pasará bastante desapercibida y que se vende como «de terror» sin serlo ni por asomo.
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