En el imaginario colectivo acerca de las grandes películas de desmadre universitario están joyas imperecederas como Desmadre a la Americana, Cláusula de Escape o las más recientes American Pie. Este cóctel de referencias dio lugar en 2009 a la primera entrega de Fuga de Cerebros, que estas Navidades nos vuelve a visitar, pero prescindiendo, por motivos obvios, de Mario Casas y Amaia Salamanca… Y ya que estamos, prescindiendo de cualquier resquicio de la calidad que nos ofrecen sus modelos norteamericanos.
De baratillo:
Una de las características que tenían las anteriores películas en común es su ajustado presupuesto (3 millones costó Desmadre y 11 costó American Pie 20 años después) Como las cosas no estaban para hacer grandes excesos se recurría a actores de corta trayectoria y a una no muy extensa variedad de emplazamientos para poder dedicar el presupuesto a cuidar los detalles. Fuga de Cerebros 2 no escapa de esta tradición (esto no es EEUU al fin y al cabo), pero decide gastar el dinero en contratar a David Hasselhoff para aproximadamente un minuto de rodaje y no en el cuidar que no cante que los emplazamientos ‘americanos’ son conocidos lugares de la capital de España, la escena del bar con las cartas y las servilletas es casi tan sonrojante como el hecho de que las imágenes de Harvard sean de archivo y su color rechine con el del resto del filme.
Previsible hasta la saciedad:
Podría excusarse Carlos Therón en su inexperiencia o en que, en el fondo, el guión es cosa de Álex Pina y Curro Velázquez (autores del guión de la primera entrega) y él no pinchaba ni cortaba en él, excusa barata por otra parte, pero lo cierto es que no sólo se ve por dónde va a tirar la historia desde un principio (al fin y al cabo se trata del mismo planteamiento que su predecesora), sino que las bromas se ven venir desde siete escenas antes, lo cual sitúa al espectador entrando al cine con consciencia del bocado que se va a encontrar.
Aún así no todo es terror y sufrimiento en esta cinta y escenas como la del protagonista (Adrián Lastra) utilizando la clásica estrategia del “si me coloco no me querrás” son sinceramente divertidas, lástima que no se mantenga el nivel a lo largo de la película y se termine recurriendo a la chabacanería como recurso comodín.
La inocencia de los actores:
Al menos la película nos permite ver al simpático Langui haciendo de las suyas o a Alberto Amarilla interpretando a un ciego Chuli entrañable y muy gracioso. Por su parte, Lastra se hace con el protagonismo sin miedo y tiene algunas escenas bastante simpáticas, como ya he dicho antes. Resumiendo, el reparto hace lo que puede con lo que se le da, lo que no quita que escenas como la de Paula Prendes Sing Star o la del momento cumbre del Chuli hagan que un servidor desee estar en cualquier otra parte que no sea la sala del cine.
En resumen:
Podría seguir enumerando fallos y más fallos (música mal usada, americanos con español de nivel maestro o que hablan un inglés de Barbate…) pero no acabaría nunca. Además, la primera entrega fue un éxito siendo de una calidad similar a esta… Vivir para ver, todavía veremos una Fuga de Cerebros 3.
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