«No sé si estoy preparada para volver a luchar«

He de reconocer que no sabía nada de Poppy cuando las buenas gentes de Dibbuks nos propusieron este cómic. Pero dio la casualidad de que ya tenía compradas entradas para un concierto de la banda japonesa Babymetal en Madrid el próximo 25 de mayo y resulta que en el cartel salía esta artista como telonera junto a Bambie Thug (va a ser una noche movidita me temo). Suficiente información para picar mi curiosidad, así que antes de pasar la primera página de este cómic me puse a indagar un poco y me encontré con una ida de olla importante que esconde cosas bastante más profundas. Unos vídeos loquísimos que critican la manipulación que subyace en gran parte de todo lo que damos por sentado y se ríen a carcajadas de lo que significa ser una figura pública y/o uno de sus seguidores fanáticos. Sus ideas se ven reflejadas en su música, que salta a placer entre el J-Pop y el heavy metal pasando por una infinidad de géneros (ahora tiene más sentido que acompañen a Babymetal, ¿no?).

Todo esto es volcado en El Infierno de Poppy con ayuda de Ryan Cady (que ya colaboró con ella en Genesis, un cómic anterior que no ha llegado a España, y que ha escrito historias cortas tanto para Marvel como para DC). En este cómic leemos una historia a dos tiempos que nos muestran, por un lado, a una Poppy recién llegada al infierno que se embarca en una psicodélica carrera por el poder y, por el otro, a una Poppy en vida que se ve arrastrada por lo peorcito de la industria discográfica, lo cual la hace cambiar y abandonar lo que es para convertirse en lo que los demás quieren que ella sea. Para remarcar la diferencia entre ambas líneas argumentales, la artista se hace acompañar por los dibujos de Zoe Thorogood (si no os habéis leído La Inevitable Ceguera de Billie Scott ya estáis tardando) y Amilcar Pinna (todo un nombre en la industria del cómic con obras como Generación X, Green Lantern, Wonder Woman…), que se desmelenan para ofrecer una versión híper colorista de su arte que casa muy bien con el estilo narrativo de esta novela gráfica.

«Gracias por los recuerdos, los necesitaba para vencerte… Pero ya no son míos«

Lo cierto es que cuando uno abre este cómic y se enfrenta a su primer capítulo el  primer impulso es chutarse algo duro o… directamente abandonar. Se percibe muy fuerte el estilo psicodélico de Poppy desde la primera viñeta y esto no es para cualquier estómago, pero además nos encontramos con una trama que parte de un punto intermedio y que no comienza a tomar sentido real hasta que no nos comenzamos a dejar llevar por los siguientes capítulos. Es decir, que la estructura narrativa no nos queda clara desde el principio y esto puede liar bastante y echar fuera del cómic al lector ocasional y a quien no esté acostumbrado al peculiar estilo de esta artista.

El Infierno de Poppy

Sin embargo, si le damos una oportunidad, El Infierno de Poppy nos cuenta una historia interesante que es extraordinariamente crítica con la manera en que funciona la industria de la música en los Estados Unidos (un funcionamiento que seguramente pueda trasladarse a gran parte del mundo). El cómic, además, nos muestra como la mercantilización de la identidad acaba destruyéndola y sustituyéndola por, en el mejor de los casos, algo distinto que nada tiene que ver con lo que éramos antes de pasar por esta picadora de almas y, en el peor, en un instrumento al servicio de la destrucción de otras identidades, contribuyendo así a la homogeneización de la sociedad y la destrucción de las individualidades.