«Tú ahora tienes una nueva y brillante vida. Vívela«
Segundo y último tomo de la Generación-X de Christina Strain. La guionista nos ha dejado con una corta serie (apenas una temporada) rebosante de optimismo y juventud, justo lo que se esperaba de ella y un poquito más. Ya lo dije con motivo de la reseña del primer número, pero son muy necesarias las series como ésta, en las que se apuesta abiertamente por personajes fuera de la primera y la segunda división de héroes y que se centran en un perfil de héroe adolescente. Ése que era hace años el personaje tipo que buscaba la complicidad del lector. Ahora, en una época en la que los personajes que fueron jóvenes una vez han crecido y ya no pueden pasar por los novatos que una vez fueron, la búsqueda de esta nuevas juventudes heroicas debería ser un objetivo claro para la Casa de las Ideas, pero en lugar de eso vemos como muchos de los personajes que han ido naciendo a lo largo de los últimos años se van diluyendo ante el regreso a primera plana de los pesos pesados de la editorial.
Y eso que hay verdadera magia cuando uno se libera de las ataduras de las grandes figuras. Cuando la trascendencia de la historia de los principales actores y actrices de un universo editorial no te constriñe eres capaz de escribir historias que nadie sabe por dónde van a tirar y que ofrezcan una verdadera evolución a sus personajes. Salvo en cosas medidas al milímetro y previamente decididas, es muy raro que un personaje ‘importante’ acabe la etapa de un autor de manera distinta a como empezó o que salga de un crossover con unas ideas o una madurez más profundas a como entró en el mismo. Todas esas cuerdas y restricciones se cortan cuando eres la dueña del destino de los personajes a tu cargo y la única limitación real es cómo actúe quien venga detrás de ti con el panorama que le dejes.
«Puedes decir que me echabas de menos, ¿sabes?«
Así sucede en este número. Strain coge a unos personajes arrojados a la orilla del impetuoso caudal de la franquicia mutante, los pone bajo el amante paraguas protector de una mutante que ya pasó por este mismo tratamiento y los lanza a demostrar el enorme potencial que se encuentra escondido a plena vista tras las paredes de la escuela mutante sita en pleno Central Park. Ahí vemos al Chico Ojo, apuesta personal de Jason Aaron, haciendo evolucionar sus poderes. O allá nos encontramos con Benjamin Deeds (Morfo) explotando de verdad sus interesantes poderes de transformación y feromonas en un Club del Fuego Infernal que bebe directamente de la estética y las formas de la Lobezno y la Patrulla-X de hace algo más de un lustro. Y ahí está también Quentin Quire, la pelota que se pasan todos los autores con ganas de apostar por el futuro de los mutantes y que sólo había encontrado un buen amigo en Aaron… y ahora en Strain. Quire crece y se esfuerza por encajar por primera vez gracias a esta autora y ya sólo ese hecho me hace tener muchas ganas de volver a saber de todos estos personajes.
Me perdonaréis que me refiera tanto a la obra de la ya lejana Marvel Now!, pero es que esta Generación-X tiene un claro aroma a la obra mutante que me cautivó allá por 2012. Sus personajes son deliciosamente imperfectos y están llenos de matices. Sus enemigos no son de enjundia (no son amenazas mundiales quiero decir), pero están calculados al milímetro para poder ser las cumbres a las que un adolescente con pretensiones trate de escalar… antes de que la caída con todo el equipo y la posterior salvación por parte de los adultos les obliguen a crecer y madurar. La propia apuesta de Kade Kilgore por el caos que supone Quire es un llamamiento a que estas juventudes mutantes comiencen a evolucionar para convertirse en los maestros de la Patrulla que lean nuestros críos algún día.
Deja un comentario: