Dado el éxito cosechado por Shangri-La, Dibbuks ha decidido publicar en el mismo formato (tapa dura, gran tamaño y a color) el que fuera el primer trabajo de Mathieu Bablet como autor completo: La bella muerte. Para quienes vengáis de aquella, resulta muy interesante acercarse a La bella muerte porque permite apreciar las incipientes inquietudes del autor, que repite temas y estructuras (como el fondo ecologista o el componente de soledad de sus protagonistas), dando cuenta de unos intereses que van más allá de modas y nos enseña la evolución del artista de un libro a otro. El peligro está en llegar a este volumen con las expectativas demasiado elevadas atendiendo a lo que ya conocemos de Bablet. Esta es una primera obra y se nota en todo momento. Todos los vicios y ansiedades del autor primerizo están aquí, lo que hace que igual el regusto final no sea tan satisfactorio como os gustaría.
La bella muerte apuesta por un relato de ciencia ficción de corte apocalíptico. Una calamidad se ha cernido sobre La Tierra y los pocos sobrevivientes que quedan hacen justamente eso, sobrevivir a duras penas. No hay víveres y la amenaza que acabó con la civilización no parece que vaya a dejarles en paz. De esta forma, es cuestión de tiempo que los protagonistas encuentren su inevitable final y con ello el de la raza humana. La premisa es muy atractiva, pero su desarrollo posterior deja un tanto que desear. Bablet solo rasca la superficie. Quiere abarcar tanto que se queda a medio camino de todo, lo cual es una pena, pues la historia tenía los suficientes mimbres como para causar una gran impresión (no ya como obra de un autor novel, sino como referente destacado de la ciencia ficción de los primeros años del s. XXI).
El autor se ciega por querer incluir en la obra todas las ideas que le parecen interesantes, sin atender a si funcionan en el contexto de su historia y avistamos ecos de aventuras tan dispares como El juego de Ender o El último hombre vivo. Bablet cae en el error de la primera obra; esto es, prioriza el postureo de referencias e ideas «profundas», abusando de la acumulación, y olvida discriminarlas o condicionarlas a los intereses de su propio relato. La bella muerte es una historia de supervivencia que reflexiona acerca de la vacuidad de la existencia ante la inminencia de la muerte o la concepción del individuo dentro de un colectivo homogéneo. Temas que, de una u otra forma y con todos sus matices diferenciados recogería y apuntalaría el autor en Shangri-La. Las intenciones y ambición de Mathieu Bablet son encomiables pero, como decíamos, su ejecución es fallida.
En su ánimo por ser más sugerente y ambiguo sin entrar en explicaciones sobre el porqué olvida asentar las reglas por las que se rige la historia, lo que lleva a una situación en la que se apuntan ideas de forma arbitraria que luego no se desarrollan o aparecen otras tantas que no revisten ninguna justificación y solo generan confusión. La impresión que deja es la de no tener claro el discurso y no comprender el mundo que ha creado. Esto os da dos alternativas: aceptar pulpo como animal de compañía (es decir, dar por válido todo lo que acontece sin hacer preguntas) o cerrar el libro sin acabarlo ante la gratuidad y falta de coherencia de algunas de sus soluciones. Sea como fuere, el estupendo trabajo visual (tanto al dibujo como al color) tiene un efecto embriagador sobre el resto de la obra consiguiendo que en una primera lectura se relativicen los problemas narrativos, como tantas veces sucede en esas óperas primas cinematográficas que son portentos audiovisuales, pero que esconden historias insustanciales.
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