«¿Qué te parece si adelgazas un poco?«
Eres una joya. Estás gordo, fumas como un carretero, perdiste tu empleo y hace tanto tiempo que no estás con una mujer que si surgiera la oportunidad no sabrías ni que hacer. Perteneces a ese elevado porcentaje de la población que más que vivir la vida sobrevive al día a día. Antes no eras así, claro. Antes leías, boxeabas, tenías una novia preciosa y todo iba viento en popa. Esto es sólo un bache. Puedes salir cuando quieras… Lo que ocurre es que no te apetece.
Buena premisa para un cómic de superhéroes, ¿no creéis? En DC han pensado que sí y es por ello que ahora nos llega (en plena segunda oleada del NuDC) Dial H for Hero, una historia protagonizada por el más común de los antihéroes modernos. ¿Cómo se pasa del gordo amargado de Nelson al acorazado Caracol de Hierro? Llamando por teléfono. ¿Y cómo se justifica un absurdo de tal calibre? Con grandes dosis de humor macabro y una agilidad narrativa que convierten a esta serie en una de las sorpresas más agradables que me ha brindado ECC desde la publicación del primer tomo de Yo, Vampiro.
«Yo, Chico Chimenea, luchando contra ese intruso hortirreptil«
La idea de Dial H no es nueva. Se remonta, de hecho, a 1966 y a los cómics de House of Mystery, primer sello bajo el que se publicaron las aventuras ideadas por Dave Wood y Jim Mooney. Más tarde hemos podido ver a gente portando diales en las más variopintas series del extenso Universo DC. Sin embargo, la nueva versión de Dial H rompe los esquemas al girar en torno al más inverosímil de los protagonistas. Nelson es todo lo contrario a lo que esperaríamos ver en un cómic. No es un Constantine de los que se ríen de la muerte mientras encienden otro cigarrillo, tampoco es un Booster Gold tratando de limpiar su nombre y su reputación, ni tan siquiera es un Dave Lizewski tratando de emular a sus héroes favoritos. No. Nelson es lo más parecido que os podéis encontrar en viñetas al Tipo de la tienda de cómics de Los Simpson. Un perdedor antes y después de cada batalla y un mero pasajero de las diferentes identidades que debiera conducir.
Esta curiosa elección de protagonista es uno de los principales puntos de interés de Dial H. Lo que tenemos entre manos no es la clásica historia de buenos contra malos, ni tan siquiera aquella de malos contra malos. Es todo más gris y más triste, pero adornado con una fuente inagotable de humor absurdo. Lo que nos trae ECC es el primer arco argumental de la historia más el número cero y un simpático prólogo para la siguiente aventura de Nelson y, si quitamos éste último, nos encontramos con una historia oscura y de fuerte inspiración en el universo de H. P. Lovecraft que cautiva casi desde la primera página.
«Vivimos en el coprolito desmenuzado de Nada-Come-Nada«
Otra de las razones por las que me quito el sombrero ante este cómic es la decisión de mantener al lector a oscuras sobre el funcionamiento de los diales. Sólo en el número cero (el séptimo en publicarse en realidad) comenzamos a atisbar la razón de las múltiples formas adoptadas por nuestro protagonista. Y aún así muchos cabos siguen quedando sueltos cuando le damos la vuelta a la última de las páginas del tomo. Hace mucho tiempo que una historia no me atrapa de esta manera, dándome tan pocos detalles. Parece mentira que hoy en día casi nadie se atreva a jugar con lo que sabemos y lo que no durante muchos capítulos… Miedo a la cancelación de series, supongo.
Esta manera de escribir se la tenemos que agradecer a China Miéville. Este multipremiado novelista y activista político (marxista para más señas) británico se ha lanzado al mundo del cómic de cabeza y la verdad es que, salvo pequeños detalles, su trabajo en Dial H puede considerarse perfecto. No diré por aquí ninguna memez del estilo «¡Tenemos un nuevo Alan Moore!«, pero invita a la reflexión el hecho de que este tipo (un gran enamorado de la cultura egipcia, vivió allí un año, y árabe) logre un trabajo de semejante calidad en su primera incursión en el mundo del cómic. Sólo espero que no se canse y que nos regale más trabajos como este.
«La materia es el sobrante de la rapacidad del vacío«
El guión de Miéville se ve potenciado por el estupendo trabajo de Mateus Santolouco, un señor cuyo trabajo también podéis contemplar en Las Tortugas Ninja que publica IDW en Estados Unidos y que está viendo como su cotización sube como la espuma tras este trabajo y su participación en Cover Girl. No es sólo que los personajes más estrafalarios cobren vida bajo el trazo ágil de este artista (y, si no, mirada la ilustración sobre estas líneas). El diseño de los personajes humanos y la manera en que enfoca cada viñeta dotan a Dial H de un impagable dinamismo. Bien es cierto que a Santolouco le falta todavía experimentar un poco más con la composición de las viñetas, pero todo se andará.
David Lapham (más conocido por su cómic inconcluso Stray Bullets y sus esporádicas colaboraciones con Deadpool o Lobezno) y Riccardo Burchielli (DMZ) prestan sus lápices a dos de los capítulos del tomo. La diferencia en el estilo es, quizás, demasiado evidente entre los tres artistas, de manera que Lapham queda un tanto fuera de lugar (Burchielli dibuja el Año Cero y, al no repetir personajes, se libra de las odiosas comparaciones).
ECC ha comprimido este tomo todo lo que ha podido para reducir el número de páginas y poder así ofrecer un precio un poco más competitivo (unos 15 €). El resultado podría ser una casi total ausencia de extras si obviamos Un Sueño Raro y La H de Héroe, los dos artículos de Fran San Rafael que abren y cierran, respectivamente, el tomo. Pero la editorial se las apaña para introducir entre capítulo y capítulo no sólo las portadas americanas, todas ellas obra del gran Brian Bolland (Juez Dredd), sino también una interesante galería de diseños de personajes y reinterpretaciones de los mismos.
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