Spaceman Books nos trae una historia atípica. Un relato melancólico, triste incluso, de un fuerte carácter metafórico y evocador. Una lectura que hará que el lector hipster de palmas con las orejas pero que dejará impasible a más de uno.
Pistuví narra la relación de amistad entre un zorro parlanchín y una niña que viven en lo alto de un árbol, en un mundo del que no tenemos marcos espaciales ni temporales, una burbuja onírica en la que mandan los símbolos y las imágenes extrañas. Junto a ellos encontramos a un gigante que se dedica a «trabajar la tierra» día sí y día también subido en un tractor, y a una suerte de ninfa que representa al viento y cuida del lugar. ¡Ah! Y un montón de pájaros que evitar.
En este mundo ideal existen grandes bandadas de pájaros que atemorizan a nuestra joven pareja protagonista. Escuchar su canto es peligrosísimo para el pequeño zorro. Pero no sabemos por qué. Simplemente es así. Se le da una importancia absoluta al asunto, generando algunas situaciones de verdadera tensión y pavor para los personajes, pero no se da ninguna explicación. Y la frustración se apodera del lector.
Pistuví no sigue una narrativa convencional de introducción, nudo y desenlace. Muy al contrario, conocemos a los personajes en un momento indeterminado y la acción va dando pequeños saltos hacia delante, parándose en momentos cotidianos. Se suceden algunas acciones y comportamientos peculiares, pero tampoco se profundiza en las motivaciones ni el objetivo de las mismas. Suceden.
De todo esto debemos deducir que se trata de un relato acerca del paso del tiempo y de la inevitabilidad del cambio. La infancia no es eterna y la madurez llega cuando menos lo esperamos y deseamos. Y con la llegada de la edad adulta llega el dolor y la alienación. Pues bien. Superada la perplejidad de la primera lectura sí se atisban ciertas intenciones dirigidas a mostrar dicho mensaje, con un tono muy poético muy agradable para quien huya de las historias mascaditas. Pero ese poso final tan agrio que plasma el guion de Merwan Chabane espantará a quienes busquen en sus lecturas un poco de evasión de la agotadora realidad que nos rodea. Ya sabemos que ser adultos es un asco.
Artista con mayúsculas
El, sin duda, gran atractivo de Pistuví es su trabajo artístico. Bertand Gatignol compone unas páginas mágicas. Muestra un estilo deudor de su experiencia en el campo de la animación; un trazo muy fluido. Enmarcado en lo que se denomina popularmente «manga europeo», el dibujante francés muestra una imagen limpia, nítida y muy delicada, que transmite una enorme plasticidad y vivacidad a sus personajes.
Ante la duda, el trabajo a los lápices de Gatignol debe ser motivo suficiente para la lectura de Pistuví. Si alguien no entiende nada, al menos se podrá deleitar con los dibujos.
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