Por culpa de un accidente sobre el Sena, Pierre, un sesentón solitario, debe pasar unos días en el hospital. Por allí pasarán visitas rutinarias, de familia, médicos, y algunas inesperadas; los diferentes personajes incentivan esa estancia en el hospital mientras él se recupera de las múltiples fracturas.
Historia francesa por los cuatro costados, Unos días para recordar muestra el día a día en un hospital con simpatía y ternura. Con un aire muy teatral (hay un solo set salvo un par de escenas) enseña a los personajes secundarios que van retratando al propio Pierre, que tras quedarse viudo hace unos cuantos años, ha ido mutando hacia un misántropo solitario. En él mismo, hay una cierta reflexión sobre las relaciones humanas, nuestro contacto con el otro, o cómo afrontamos nuestras propias contrariedades.
Asiduo a las adaptaciones de libros, el director Jean Becker adapta el libro de Marie – Sabine Roger, de la que ya pasó su novela Mis tardes con Margueritte a la gran pantalla. El traslado a cine no ha tenido grandes complicaciones al suceder todo en una misma habitación y ser una historia de diálogos.
Con una extensa carrera, Gérard Lanvin se presta para ser el lisiado protagonista. A él le toca soportar a toda la jauría que entra y sale de su habitación, y también en su intimidad: un fisioterapeuta insoportable, una enfermera comprensiva, su hermano Hervé, una niña que entra sin permiso para ver su Facebook o el chapero que salva su vida del accidente. Durante estos días, Pierre irá cambiando su punto de vista sobre la vida, sobre sus allegados e irá abriendo más su corazón, en stand-by desde hace tiempo.Su vida privada se descubrirá con la visita de Florence, una ex novia a la que él abandonó sin dar explicaciones.
Parte crítica para la sociedad también conlleva en el personaje de Maëva, la adolescente más interesada en actualizar su muro que en aprender a escribir correctamente. La situación de la joven –y su posterior sorpresa– inquietará desde el minuto uno a Pierre. Sin grandes alardes, la historia muestra sorpresas del día a día, preocupaciones sociales que inquietan al personal actualmente, la visión de un hospital desde el punto de vista del enfermo (desde el punto de vista médico ya lo hizo Thomas Lilty en Hipócrates).
Por supuesto, enseña el lado positivo de las cosas sin llegar a endulzar en exceso. El guion, basado en conversaciones de Pierre con sus visitantes, integra bien los momentos de cariño con los de humor, algunos desesperantes por la impotencia del sexagenario ante los hurtos de la joven, o las intervenciones del rocambolesco terapeuta. Una película no sólo recomendable para alguien de baja o ingresado en hospital. Es alegre, simpática y te envuelve dentro de su trama con facilidad. A todos nos mejora el estado de ánimo, algo siempre beneficioso para nuestra salud.
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