La justicia restaurativa es, según la definición de Newtral, «una forma de entender la justicia como un instrumento legal basado en la responsabilización de los ofensores y en la reparación a los damnificados, en lugar de como únicamente una forma de castigo«. Y este es el tema central del filme dirigido por Jeanne Herry, quien aporta una mirada conmovedora, muy empática y, sobre todo, honesta sobre la justicia restaurativa y su función social.
La directora aborda la cuestión a través de dos tramas que se van entrecruzando, conectadas entre sí mediante las figuras de los mediadores, amigos unos de otros. Por un lado asistimos a una «terapia» grupal en la que tres condenados por robo con violencia dialogan con tres víctimas del mismo delito. No se conocen entre ellos, pero comparten experiencias, sentimientos y buscan ese punto de entendimiento que ayude a los primeros a responsabilizarse de sus actos y a los segundos a reparar el daño emocional que arrastran. Por otro lado, más peliagudo, una víctima se prepara para un careo con su agresor.
Sobre estas dos historias la directora construye un relato que aunque sabemos que tendrá un desenlace relativamente optimista -todos, víctimas y criminales, participan en la justicia restaurativa por voluntad propia-, no rehuye las dudas y dificultades que pueden aparecer en este tipo de procesos; pero ponderando siempre los aspectos positivos, que son con los que consigue no solo que sus personajes crezcan y evolucionen, sino también que el público conecte con ellos.
La clave de Las dos caras de la justicia es precisamente esa, la manera en la que apela al público humanizando a unos personajes que son capaces de salir de sus roles de víctimas y delincuentes y enseñar parte de lo que hay debajo de todo eso. Es imposible no empatizar con ellos en un momento u otro, sufrir con sus historias o alegrarse cuando se les ve avanzar en la dirección correcta (la de la responsabilidad y la superación). En este estado de conexión con las circunstancias de Sabine, Nawell, Nassim… es cuando el discurso de Herry se hace fuerte. Deja hablar a sus personajes. Que rían, lloren, discutan, lo que necesiten. Y, tras escucharlos, es cuando hacemos click y hablamos nosotros también, debatimos y nos hacemos preguntas. Las dos caras de la justicia, siendo un título muy modélico, tiene el gran valor de generar conversación. Y en una sociedad que no sabe escuchar, pero sí gritar y guerrear, se eleva como un valor que atesorar.
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