Hay vida más allá de Sauron y los anillos de poder. El señor de los anillos vuelve a cobrar vida a través de un anime que se aleja de la trama principal de la afamada novela para narrar una guerra acontecida dos siglos antes del viaje de Frodo y compañía.
Kenji Kamikaya, autor muy vinculado al universo de Ghost in the Shell y uno de los directores del anime Blader Runner: Black Lotus, es el responsable de este nuevo acercamiento al universo de Tolkien que combina la animación 2D tradicional con fondos generados en 3D para una mayor versatilidad de movimientos y ángulos de cámara. Con sus fans y detractores, la combinación funciona muy bien en los escenarios y planos más cerrados. En campo abierto con planos mucho más amplios y generales es donde chirría la apuesta estética. Ver unos stickers superpuestos en unos escenarios llenos de volumen cual Paper Mario puede sacarnos bastante de la película.
Uno de los aspectos más estimables de la cinta radica en el enfoque de la misma. Pensamos en una guerra en un contexto de alta fantasía como el de El Señor de los Anillos y en seguida nos imaginamos una épica desbordante y grandes y salvajes batallas. Y es cierto que algo de eso hay, pero la película apuesta más por un relato de resilencia del pueblo de Rohan, sitiado en una fortaleza contando los días hasta la inevitable muerte que se avecina. El tono es oscuro y claustrofóbico, jugando con el sitio a los protagonistas, que no tienen donde huir, y la hostilidad del duro invierno. Hay un importante componente psicológico derivado del desgaste de la supervivencia y el aislamiento, lo que favorece jugar con una atmósfera de terror que da empaque y personalidad a la propuesta.
Esta es una película más de trama y de sensaciones o ideas, que de personajes. A este respecto, Helm y Wulf, apoyados en la posición extrema en la que empiezan, son los personajes que tienen un mayor recorrido y evolución durante la aventura. Más atenuado, también por su rol más secundario, tenemos a Olwyn. En contraposición, Hera, la protagonista, padece de un pequeño complejo de Mary Sue. El personaje es interesante y tiene carisma, pero su arco es más bien plano; no hay un verdadero crecimiento como personaje, la única diferencia entre la Hera que conocemos al comienzo de la película y de la que nos despedimos es que ha afianzado sus convicciones y atributos iniciales.
El problema, en parte, ea que la película no trata sobre ella, sino sobre la guerra de los Rohirrim, como bien señala el título. El conflicto le viene dado y hasta cierto punto su incidencia en el mismo es relativa, tiende a actuar arrastrada por las circunstancias. La historia de Hera realmente empieza cuando acaba la película. Esto, que puede suponer un punto negativo, a su vez subraya otro de los aspectos más interesantes de la cinta: es tan rica en sus detalles que cada rincón invita a explorar y narrar una nueva historia.
Por ello tampoco se entiende la obsesión de usar el epilogo para estrechar lazos con la trilogía de Peter Jackson. Más allá de lanzar un guiño al fan de aquellas películas no hay ninguna necesidad. Máxime cuando esta aventura tiene lugar 200 años antes y tiene la suficiente entidad como para funcionar como un título independiente.
Pero claro, lo importante no son los relatos o sus protagonistas, sino alimentar la licencia.
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