Un asesino en serie que lleva años actuando con total impunidad, unas pistas y mensajes aparentemente indescifrables, y una agente del FBI con un talento especial para saber siempre dónde mirar. Esos son los ingredientes principales de Longlegs, thriller de Oz Perkins protagonizado por Maike Monroe (quien saltó a la fama en 2014 con It Follows y The Guest) y el incombustible -e irreconocible- Nicolas Cage.
Y mejor no saber nada más antes de visionar la película porque el misterio y la atmósfera son dos de sus principales valores.
Fijaos que hablo de thriller y no de terror. Es verdad que Longlegs se está vendiendo como un filme de género y como la película más aterradora del año. Pero no. No estamos ante una propuesta de terror. O al menos no una propuesta de terror al uso. Este es un thriller criminal en línea de los clásicos de David Fincher: Seven y Zodiac, sobrenaturales como Cure de Kiyoshi Kurosawa, la olvidada Fallen Gregory Hoblit o, si tuviéramos que quedarnos con un solo referente, de la mítica El silencio de los corderos, de Jonathan Demme. De todos los títulos mencionados Longlegs tiene guiños o ecos aquí y allá. Pero claro, destaca la película protagonizada por Anthony Hopkins porque también suele catalogarse muchas veces como una película de terror por lo tenebroso de su temática y escenario o lo aterrador de sus villanos.
Y esa es una de las claves de Longlegs, cómo asimila los códigos del terror para construir su especial atmósfera. Aquí se nota la trayectoria de su director, Perkins, habitual del género cuya película más mediática fue la versión de Hansel y Gretel protagonizada por Sophia Lillis estrenada en el fatídico 2020. Mediática entre comillas, porque Perkins, director con oficio, no tendía, hasta ahora, a presentar películas realmente solventes. Y es ahí donde sorprende más esta nueva película, que marca un salto cualitativo importante en su cine; sobre todo en cuanto a centrar el foco. Estéticamente su cine siempre ha sido muy llamativo. Pocos cineastas de nueva hornada vais a encontrar como él a la hora de construir imágenes y perturbar desde la misma fotografía. El problema es que las historias tienden a dispersarse y la forma se come al fondo.
Con Longlegs consigue equilibrar ambas facetas. Tenemos una perversa y tenebrosa puesta en escena, que se atreve incluso a jugar con los formatos del encuadre y darles un uso narrativo, y tenemos un misterio de los que perturban a la par que enganchan y unos personajes realmente carismáticos. Y esto es interesante porque al final es una película construida desde su atmósfera y sus personajes. El terror llega primero de la incertidumbre y lo extraño. Tememos aquello que desconocemos. Pero a medida que avanza la investigación y los personajes toman consciencia de la amenaza, el terror se vuelve tangible. Tememos aquello que escapa a nuestro control o voluntad.
Si no un éxito -eso siempre es relativo- Longlegs será, con el tiempo, uno de esos títulos de culto imprescindibles para cualquier fan del thriller o del terror. Y el personaje de Nicolas Cage un icono a la altura de John Doe o Hannibal Lecter.
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