«Es alemán. Pero eso ya lo sabías, blanquito«
No hemos tenido muchas oportunidades en La Noche Americana de disfrutar del arte argumental de la estrella emergente en el mundo de los cómics Ales Kot. Pero mientras tanto el checo no ha parado y tiene en su haber colaboraciones para las dos grandes editoriales norteamericanas como ese sorprendente tomo sobre el Soldado de Invierno que leíamos en septiembre de 2015 o una breve etapa para el Escuadrón Suicida de hace ahora un año. Pero ha sido a través del cómic independiente, y por medio de Image, como este guionista se ha dado a conocer, con obras (que, como ésta, también ha publicado ECC) como Zero o Niños Salvajes. En marzo comenzó en esta última editorial una nueva aventura que va a mezclar lo mundano y lo arcano y desde la redacción no podíamos seguir dando la espalda a quien está despertando tanto interés en las majors y las pequeñas (bueno, es un decir) editoriales de más allá del charco.
El protagonista elegido para esta epopeya se hace llamar Antoine Wolfe y es un detective privado con un pasado oscuro en el ejército. Hablo de detective y evito completarlo con un ‘de lo paranormal’, menciono su pasado y no os he contado que su pasado le persigue en forma de los fantasmas de sus amigos muertos. Tampoco os he contado que Antoine es inmortal. O casi. Kot se curra una especie de John Constantine negro, sólo que sin ser tan destructivo y con unas muy marcadas tendencias suicidas. Ellas, dada su condición, le llevan a comportarse con el descaro de quien sabe que su vida no está en juego (por desgracia) y esto, a su vez, le mueve a crearse una serie de amigos y enemigos de lo más variopinto.
«Nunca vuelvas a llamarme así«
El guionista permanece fiel a su extraño estilo de ‘alinealidad’ temporal (a veces hasta me recuerda a Grant Morrison). El cómic va dando saltos (generalmente hacia adelante, pero alguno hacia atrás también vemos) sin que nos llegue a quedar la sensación de que algo falta por ser contado. Con todo, este primer volumen se limita a establecer las presentaciones y el principal problema al que se tendrá que enfrentar el protagonista (algo sobre el fin del mundo, poca cosa), todo ello aderezado con vampiros, demonios, magos negros y extraños cruces con criaturas de las profundidades. Es por este carácter introductorio que resulta difícil estimar si Wolf tiene o no el potencial de convertirse en una gran obra. Se puede afirmar que Kot ha seguido con su proceso evolutivo a la hora de pulir sus maneras, pero que la historia, de por sí, no parece que tenga necesariamente que aportar nada nuevo bajo el sol. Algunas partes del cómic pueden resultar superfluas y el estilo narrativo no termina de ayudar a que entremos en el juego que Kot nos propone.
Kot se apoya visualmente en Matt Taylor (con quien ya coincidiera en Zero). El artista, que suele huir de los escenarios recargados y tiende a simplificar líneas y expresiones, se compenetra a la perfección con un guionista al que ya conoce de sobra, gracias a ello Wolf no desentona en ninguna de sus primeras ciento sesenta páginas. en lo que va más allá del propio cómic, Kot parece querer decir que el mundo actual es sucio, oscuro y decadente, pero que hay que quererlo como es. No hay en esta historia un solo personaje absolutamente bueno, ni malo, y sí que hay un buen puñado de almas que quieren llegar al próximo día sin complicarse demasiado la vida, pero buscando siempre el bien para uno mismo antes que para los demás. El contrapunto a todo esto lo planta el autor con el personaje de una adolescente que, supuestamente, está destinada a convertirse en el Anticristo pero que, mientras tanto, necesita de la protección y los cuidados de nuestro rudo protagonista.
El primer número de Wolf nos deja con sensaciones encontradas. Por un lado tenemos una historia que parece prometer mucho, pero por otro, el hecho de que Ales Kot no termine de hacerla arrancar en todo su primer tomo nos da una idea de su ritmo (o falta del mismo) y me preocupa bastante de cara a números posteriores de la colección.
Deja un comentario: