Carlos Sorín

Carlos Sorín: «La locura es un gato negro en acecho»

El director de Historias mínimas y Bombón, el perro se toma un respiro en su cine habitual y se adentra en el thriller clásico con El gato desaparece. Una película que juega con el suspense y la locura para atrapar y angustiar durante 91 minutos al espectador.


Carlos SorínPregunta: ¿Por qué un thriller clásico, tan ajeno a tu cinematografía común?

Respuesta: Estaba trabajando en un libro de Carver, que voy a filmar ahora en febrero en la Patagonia. Estuve mucho tiempo negociando hasta que me di cuenta que estaba perdiendo el tiempo. Tenía el dinero de la película anterior, me dije «no voy a seguir esperando», y ahí surgió la idea de hacer una película de género. No será un cambio en ni carrera, de hecho ya vuelvo a la película que estaba trabajando antes, me lo tomé más bien como un desafío personal, un ejercicio de estilo. El desafío era hacer algo diferente a lo que suelo hacer, tanto en su concepción como en el tratamiento de los personajes. Ese era el cine que admiré cuando era adolescente y me dije «¿por qué no?».

 

P: Aunque el personaje principal es muy característico de Sorín

R: Sí, en algo me reconozco en esta película a pesar de todas las diferencias. Es una película que apuesta por lo gestual absoluta y totalmente. El terreno de lo gestual que es el terreno en el que yo me siento cómodo, porque es el más ambiguo y para una película de suspense es más interesante todavía, especialmente contando con dos actores como Luis Luque y Beatriz Spelzini.

 

P: ¿Te costó amoldarte a las reglas del thriller?

R: Me sentí constreñido y liberado al entrar en el género. Un género es algo que ya se ha hecho, fui por un camino que ya había sido transitado y tienes que responder a lo que el espectador espera. El cine que yo hago normalmente es otro tipo de cine, es más personal, y cada película es un desafío que nunca se sabe a dónde va a ir a parar. El proceso de mis películas es la deconstrucción, yo empiezo con un guión y ese guión lo empiezo a depurar y voy sacándole cosas. Pero en esta película no es así, todo es una ingeniería narrativa. La apuesta era hacerla como lo hacían los maestros. Se trata de que el espectador no se mueva durante los noventa minutos que dura la película.

 

P: Entre los clásicos tendrás tus preferencias y referencias.

R: Obviamente Alfred Hitchcock, de él rescato algo que es maravilloso, esa mirada burlona que está detrás. Para mí esa es su esencia, para él el cine es un juego. El tema no tiene importancia, es un juego con el espectador. Tiene una frase genial que tiene mucho que ver con esta película, le dice a Truffaut «los que piensan que Psicosis (1960) es una película sobre la locura, se equivocan. Psicosis es una película sobre el cine, es una película que nos pertenece a nosotros los cineastas«.  Él maneja a la audiencia, y eso es Hitchcock, esa mirada burlona, ese rostro impávido que siempre aparece, yo intenté rescatar eso en El gato desparece. Otra de las influencias fue la penúltima película de Polanski, El escritor es como escuchar a Mozart o escuchar a Brahms. Fue tan placentero que me dije: «Tengo que hacer una película así, con esa solidez, donde esté todo controlado». Vi tres veces la película, y una de ellas sólo por el placer de ver como ponía las situaciones en escena. El cine clásico que todavía tiene mucho que decir y con esta película quise parecerme, aunque fuera lejanamente, a eso.

 

P: En El gato desaparece (2011), juegas con el miedo que todos sentimos por la locura.

R: Sí, imaginemos que nuestra pareja, en este caso su marido, ha estado internada seis meses por un brote psicótico con violencia. Una cosa imprevisible, y después de seis meses vuelve a casa…  ¡La primera noche no es una noche común!, ella tiene miedo y esa es la ventaja que yo tenía, el espectador se pone rápidamente en situación.

 

P: La locura no se acepta como una enfermedad, produce un recelo atávico…

R: Y además se asocia la locura a la violencia no contenida, también hay locuras graciosas, aunque esas son sospechosas de extravagantes. Pero hay una zona que despierta gran inquietud,  gente que vive 20 años con una persona y de repente esa persona empieza a tener una conducta errática, pero ¿cómo, si siempre ha estado a mí lado?

 

Carlos Sorín

 

P: La vida es así, los acontecimientos no avisan.

R: La locura es algo que puede llegar de golpe, que puede suceder en una mente totalmente racional, trabajada, elaborada, como la mente de un profesor o un filósofo. La locura es un gato negro en acecho, ¿no es cierto?, pero al mismo tiempo la locura es un concepto histórico, cultural y dinámico. Lo que es locura hoy no lo era en el siglo XVI, y lo que era locura entonces, no lo es ahora. Los límites entre lo que está sano y lo que está enfermo son muy difusos, son móviles. La locura que no tiene una razón física, neurológica, es la que me interesa y trato de explicar en la película. La locura que se produce en el mismo sistema mental, que es casi abstracta, donde la psiquiatría no puede acceder, tsunamis de desajuste.

 

P: ¿Cómo te  documentaste?

R: El tema es el siguiente, cuando uno trabaja el universo de la locura en una narrativa todo puede volverse demasiado fácil,  porque la locura, al no tener lógica se convierte en un facilismo peligroso. Traté de que la película tuviera rigor, no, no todo vale. Trabajé con dos psiquiatras y conocí casos muy parecidos cuando estaba trabajando el guión para poder saber cómo funcionan esos pacientes exactamente, la película tenía que ser rigurosa. Uno de los casos era un ingeniero, un hombre socialmente agradable de muy buena posición económica, casado con una abogada, que una vez, de vacaciones, comenzó a tener algunas conductas erráticas, sin antecedentes y en tres días desembocó en una crisis psicótica y lo internaron.

 

P: La casa donde transcurre la trama es una de las claves del filme.

R: La casa fue producto de la casualidad. Yo buscaba una casa más típica de una película de suspense. Una casa oscura, enorme, casi gótica y apareció esta casa me dije «¿por qué no?». Una casa constructivista de los años cincuenta, que todavía tenía el mobiliario de los cincuenta. Era una casa muy simple, muy amplia, muy luminosa, con muchos espacios. Una casa totalmente opuesta a lo que buscábamos, pero yo creo que por eso funcionó. Cuando el suspense o el terror es a pleno día resulta más terrorífico, ¿no es cierto? Piensa que la película transcurre en un 70% en la casa y la película tenía que respirar.

 

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P: Una casa minimalista, sin ningún simbolismo, lineal…

R: Además, había elegido rodar la película en cinemascope, que es contraindicado y que tenía su riesgo. Un formato largo, si filmas en el desierto o en la Pampa, es magnífico, pero filmar en una casa con ese formato era más difícil, y esta casa se adaptó muy bien, porque aunque hagas primeros planos siempre tienes espacios atrás y le da una zona de misterio. La casa era de una riqueza absoluta. Ahora la están tirando abajo, está en una zona de alto valor inmobiliario, y esas casas ya son imposibles de mantener.

 

P: ¿Por qué elegiste el formato de cinemascope?

R: Creo que fue una decisión irracional, sí. Iba a rodarla en digital y decidí que no, además, como era una película clásica, o al menos pensaba que debía ser una película clásica, pensé «voy a filmarla en 35mm y no sólo eso sino que en cinemascope», como para reafirmar el carácter clásico de la película. Nunca he filmado en cinemascope y tuve que aprender muchas cosas. La puesta en escena en esos espacios tan largos es distinta a la forma que yo trabajaba el encuadre de las situaciones. Esta película ha sido un desafío en todos los sentidos.

 

P: ¿Cómo ve el cine en 2011 Carlos Sorín?

R: El cine está viviendo una época convulsionada desde el punto de vista artístico como resultado comercial por el desembarco de Internet. Es el inicio de algo grande, una cinematografía mundial en donde los estrenos van a ser virtuales, e indudablemente el camino es ése. Este fenómeno está haciendo que aparezcan cinematografías que no se veían y que son muy interesantes, como la rumana o la coreana, donde empiezan a aparecer autores muy importantes. La tecnología da mucha ventaja porque tú ahora puedes contar una historia con una camarita, es un fenómeno totalmente positivo, ayuda a que todo el mundo pueda escribir, aunque claro, todo el mundo no lo hará bien…

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