«Pasado un tiempo, simplemente somos quienes somos«

Si ya comenzó bien la colaboración entre Jonathan Hickman y Greg Capullo con el primer número de esta burrada que lleva por nombre Lobezno: Venganza y que está publicando Panini en formato de miniserie (sí, más adelante saldrá en un bonito tomo recopilatorio que merecerá mucho la pena, pero, ¿y lo que mola ir encontrándose con esta serie mes a mes?). Decía, si ya comenzó bien, sigue mucho mejor este mes, dejándonos claro que (al menos parte de la trama de esta gamberrada) lo que vamos a ver aquí es a un Logan muy cabreado haciendo lo que mejor se le da, que no es otra cosa que rastrear, localizar y descuartizar a sus enemigos, sean estos humanos, mutantes o alienígenas del espacio exterior. Hickman y Capullo parecen coincidir en una cosa en la que quizás no habíamos caído hasta ahora: Lobezno lleva todos estos años conteniéndose contra ciertos enemigos para no acabar con ellos de una vez por todas, pero con la motivación y la preparación adecuadas, este mutante es el arma más peligrosa que existe sobre la faz de la Tierra.

En esta segunda entrega, una vez puestos en (horribles) antecedentes, comienza como tal la prometida venganza que nos ofrece el título de la obra. Para poder llevarla acabo Logan contacta con uno de los pocos seres vivos del universo Marvel que claramente sobreviviría a un apocalipsis de estas características gracias a su propio ingenio y a su don mutante, para que lo arme y lo prepare como es debido para repartir la clase de justicia que mejor se le da. Pensar en este contacto me hace preguntarme si Hickman en algún momento explicará qué fue de gente como Tony Stark, Reed Richards y un corto etcétera de grandes mentes que, probablemente, pudieran diseñar alguna clase de tecnología capaz de sostener a la civilización. ¿Y qué pasa con Hulk y algunos otros personajes casi imposibles de matar en este futuro que nadie querría ver llegar?

«Hace mucho que te lo buscaste… pero ya estás acabado«

Cuestiones aparte, Lobezno: Venganza es una máquina de fabricar diversión. Si nos quedamos con la edición Red Band tiene algunas imágenes tan brutas como las que vimos en el primer número (este segundo es mucho más suave en comparación), pero es, ante todo, puro entretenimiento. Y es que la venganza (casi) siempre vende. El Conde de Montecristo sigue siendo a día de hoy una novela disfrutable de principio a fin (así como las distintas adaptaciones que se han hecho de la obra de Alexandre Dumas) porque nos encanta ver cómo Edmundo Dantés va pasándole la factura a todos y cada uno de los responsables de su detención y aprisionamiento en el castillo de If. El propio Alan Moore le dedica uno de sus cómics más famosos a este acto que, si bien a todos nos parece terrible de puertas para afuera, en más de una ocasión hemos deseado con vehemencia cuando la vida (y las personas) nos la han jugado con especial crueldad.

Lobezno: Venganza #2

Así pues, Lobezno: Venganza no sólo aplaude el regreso de Hickman a la órbita mutante (aunque sólo sea para este experimento) y de Capullo al universo de la Casa de las Ideas, sino que se convierte en una obra de pleno disfrute con la red de seguridad argumental que ofrece el saber que nos encontramos en los terrenos del What If y que de toda esta trama sólo tendremos que acordarnos cuando algún avispado guionista se decida a rescatara alguno de sus personajes de cara a la continuidad del universo principal de la editorial norteamericana.