El director Cédric Kahn ha visitado recientemente nuestro país para presentar El creyente, un trabajo con el que explora la fe y la lucha contra la adicción de un joven perdido. En esta entrevista abordamos algunos de los temas tratados en el filme, desde el apartado musical a la importancia del amor, así como su valoración acerca del trabajo de dirección de actores.
Pregunta: Quisiera empezar preguntándote por la música en la película.
Respuesta: La música es muy importante. Tiene una función casi terapéutica cuando los personajes cantan juntos. Aunque no tanto la música como el canto. Es la voz. Solo se oye la voz entre la oración y el canto. Se entiende el alma. Cuando cantan todos juntos sale algo realmente extraordinario. Yo quería dar el tono adecuado de eso en la película, que el espectador sintiense el poder de ese canto religioso. Se puede comparar con el gospel, que para mí, experimentar el gospel en EEUU ha sido una de las experiencias más extraordinarias que he vivido.
P: Otro de los aspectos importantes de la película es el escenario, la casa donde transcurre la historia, que de primeras puede verse como una prisión, pero luego se convierte en un espacio liberalizador, de crecimiento, para el protagonista.
R: Se puede ver como una prisión, pero también como algo que les contiene. Y las montañas también. Hay dos elementos, la casa y el entorno de las montañas. Son dos cosas que los encierran, pero a la vez les protegen. Y la casa siempre se ve en relieve con la montaña, se encuentra en un decorado y un entorno natural que es mucho más grande e imponente que ella.
P: Pero esa contención también esconde cierto peligro a volver a caer si dejan de estar aislados y protegidos…
R: El peligro es el exterior. Hablan siempre de eso, esa es la cuestión que les oprime. Mientras no tengan que enfrentarse al mundo exterior, mientras estén en un lugar de un ambiente establecido, con reglas y un orden, se sienten protegidos y a salvo. El peligro es encontrarse fuera, solos ante sus propias fragilidades. La ciudad está asociada siempre con el peligro. Los personajes también cuentan que cuando salen siguen rezando. Pero cuantos más meses pasan, menos rezan, y después llega el alcohol. Primero solo un poquito y luego vuelve la tentación. Ahí es donde vemos que la oración tiene una fucnion mucho más grande que la supuesta conexión directa con dios. Es mucho más.
P: Hay un momento muy emocional, muy importante en la película, cuando la monja le pide al protagonista que no le mienta.
R: En la comunidad a la que fui a documentarme trabajaban mucho con toxicómanos. Siempre es muy sencillo lo que dicen. Dejar la droga no es muy difícil. La verdadera enfermedad del toxicómano es la mentura. Y acabar con la mentira, dejar de mentir eso sí es muy difícil.
P: La película propone una interesante perspectiva respecto a los adictos. Cualquiera puede serlo.
R: Y sobre todo que no hay barreras de países, sociales o de clase. Se ven muchos puntos en común muy fuertes cuando se oyen los testimonios que vuelven y vuelven. Es como un coro, es como si se pusieran a a cantar y gritar de la misma manera, con los mismos cantos y los mismos gritos. Por ejemplo, me di cuenta de una pauta, que había muchos niños adoptados.
P: El protagonista tiene una evolución muy marcada, partiendo de un comportamiento introvertido, con mucha ira. ¿Cómo trabajas la dirección de actores?
R: Es difícil de explicar. El cine es como una pequeña batalla que se gana todos los días. Es decir, no hay teorías generales sobre el trabajo. Pero sé que cada día tenemos que ganar la batalla de la secuencia que queremos grabar hoy. Y a diferencia del teatro, esa secuencia no vuelve nunca. Hay que ganarla. Es una concentración de energia muy fuerte. Y se intenta llegar al máximo nivel de energía para rendir, para dar lo que realmente uno quiere. En las secuencias donde sé que tiene que mostrarse violento intento empujarle a ese nivel máximo de violencia. Pero eso pasa el día que se está rodando eso. No tiene nada que ver con lo que se puede estar rodando el día anterior o el día siguiente. Puedes hacer todas las teorías que quieras, hoy se trabaja sobre una cosa y mañana es otra. Por tanto, creo que el papel auténtico del director de cine es ayudar al actor a aceptar ese salto al vacío todos los días. De darle confianza suficiente para que lo haga todos los días.
Sobre la película, uno de los trabajos más gordos fue el aprender y ensayar y repetir, el aprendizaje de los cantos y las oraciones. Fue de los trabajos más difíciles.
Siempre me preguntan mucho por la dirección de actores. Hay mucho misterio en cuanto al rendimiento de los actores. ¿Por qué uno rinde con un estimulo y otro no? Pero no sé que decir. Con cada actor hay que reinventar algo. Hay quienes son muy independientes y otros que son muy dependientes del realizador. Hay quienes pieden casi a gritos una forma de violencia para que trabajar. Hay otros que quieren muchas explicaciones… Y tengo que confesar que no me siento muy a gusto teniendo que dar explicaciones. No creo que ayuden a los actores a hacer su trabajo. Creo que hay un momento en el que tiene que ocurrir una conexion secreta entre el actor y su personaje. Y eso tiene que surgir. Es lo que quiero ver, que surja eso. Si tengo que explicarlo todo, esa conexion nunca va a surgir. Pero al final lo más importante es la elección del actor. Es más fácil con buenos que malos actores. Si tienes un actor que tiene algo que aportar al personaje y que ha comprendido, captado lo esencial del personaje, para el realizador ya supone menos trabajo.
P: Volviendo a la película, ¿era importante introducir la incipiente trama romántica?
R: Sí, era muy importante. Es decir, sin esa historia de amor no sé si hubiese sido capaz de contar esta historia en sí.
P: Es como una ventana al mundo exterior.
R: Hacia la vida. Para mí es la única solucion. El amor. El amor, incluso fisico, el amor carnal. No solo el amor terrestre.
P: ¿No hubo tentación de enseñar más del mundo exterior, de salir del aislamiento de los personajes?
R: No, nunca. Porque el mundo exterior está ahí. Lo vemos un poco al final. Cuando se va por la carretera, está ahí. La película está construida como un western. Es como un llanero solitario; llega, llama a la puerta, pide ayuda, y después, al final, vuelve a marcharse a caballo hacia no se sabe qué, hacia el horizonte misterioso. Quería que fuera una aventura interior. Orientada hacia el interior, siempre.
P: Y por cerrar, ¿se ha quedado material fuera montaje?
R: No mucho. Un poco en los testimonios cuando hablan. Había 15, pero hemos trabajado con tres o cuatro. Todos querían hablar y yo les decía que adelante. Así que rodamos unos 15, pero en la película nos quedamos solo con tres – cuatro.
Posados Cédric Kahn: Nacho López
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