X-Men: Fénix Oscura

X-Men. Fénix Oscura: Pecados del pasado

Esta siempre fue la crónica de una muerte anunciada. Los bandazos que ha ido dando la Patrulla-X en el cine desde que se iniciara el relanzamiento de la franquicia con X-Men: Primera Generación (con la idea de borrar de nuestro imaginario los bochornos de La decisión final o Lobezno: Orígenes y partir de cero) y su idea de relatar sus aventuras en una macro saga cuyas entregas se ambientarían cada una en una década distinta (partiendo de los 60 con Primera Generación, siguiendo en los 70 con Días del futuro pasado, los 80 y Apocalipsis…), han sido constantes. Esta entrega ya nació herida de muerte por causas ajenas (ejem, Singer), reshoots, retrasos y… la oficialización de la compra de Disney, traducida en el cierre de la franquicia antes de tiempo (sobre el papel quedaban otras dos películas, una ambientada en los 2000 y otra en los 2010) obligando a plantear y rodar un nuevo final que cerrara las aventuras mutantes en FOX, y en una escasísima inversión en publicidad en comparación de otros filmes del mismo rango (lo que se explica en «cuanto menos ruido haga la película, más facil será darle carpetazo»). Parches aquí y allá y una pobre fe en los despachos son la carta de presentación de una cinta que no tiene más enemigos porque no los hay.

 

Jessica Chastain y Sophie Turner

 

Ante estas perspectivas, a poco que ofreciera Simon Kinberg, podría considerarse una victoria. Y así ha sido. El británico apuesta por un tono más sombrío quebrando a la Patrulla-X desde dentro. Atrás quedan el carnaval protagonizado por Oscar Isaac y el onanismo de Hugh Jackman de las entregas precedentes y la saga de Fénix Oscura hace honor al ave mitológica para destruir antiguas dinámicas y generar otras nuevas. En este escenario Sophie Turner sale victoriosa y presenta su candidatura a conservar el rol de Jean Grey en unos futuribles X-Men ya en el seno de Disney. Por el camino, sin embargo, pierde la que fuera pieza fundamental de esta etapa: la relación Xavier-Magneto. Si bien el personaje de James McAvoy puede explorar su faceta más oscura, profundizando en las contradicciones de un hombre que esconde más aristas de las que presupone su apariencia filantrópica, el de Fassbender se muestra perdido, muy desdibujado. Magneto como tal, con todo lo que significa y ha significado para la franquicia, en esta ocasión se limita a cubrir el expediente. Bien es cierto que ya en las dos películas anteriores el trabajo que hizo Vince Vaughn con ambos fue quedando relegado a un segundo plano de forma evidente y constante, pero ante el cierre de una saga era de esperar algo más que un par de riñas y un apretón de manos.

 

Alexandra Shipp, James McAvoy, Kodi Smit-McPhee, Tye Sheridan

 

Con personajes como Tormenta o Mercurio sucede más de lo mismo, tienen una participación accesoria. Incluso Cíclope, cuya relación romántica con Jean debería animarle a tener una participación más activa en la trama. Pero más allá del núcleo formado por Xavier y Jean, así como -en menor medida- Hank, Kinberg (quien ejerce de director y guionista) no tiene ningún interés en el reparto y hace un pobre tratamiento de personajes. Su único interés es explorar los pecados del padre, buscando cierta intimidad en la tragedia que desencadena la aparición de la fuerza cósmica que transforma a Jean. En la cuneta quedan enigmas como el de Nathaniel Essex (al quien se «presentó» en la escena postcréditos de X-Men: Apocalipsis) y, con la cantidad de personajes de los que consta la familia mutante, cabe preguntarse por qué sacarse de la manga a alguien tan intrascendente como Ariki en lugar de ganarse al fandom apostando por personajes con su correspondencia en los cómics. En este sentido, el seguidor es agradecido y disfruta con los guiños hacia personajes como Dazzler o Quentin Quire.

 

Sophie Turner

 

Atendiendo solo a la cuestión de Jean Grey, el trabajo de Kinberg es estimable y le da la oportunidad de reivindicar a la joven telépata como alma del equipo, quién sabe si intentando enmendar lo que hizo en X-Men: La decisión final (donde ejerció de coguionista junto a Zak Penn), en la que la trama de Fénix Oscura era solo una pieza más del desastre; (spoiler) pero ¡amigo! la cabra tira al monte y el realizador no puede evitar ignorar el clímax final de Apocalipsis (en el que Xavier «liberaba» los poderes de Jean y asistíamos al despertar del Fénix) como si nunca hubiese existido y cae en la misma trampa de La decisión final, reiterando en los traumas de la mutante para dar vigor a la «posesión». Esta obsesión le lleva renunciar a otros importantes aspectos, ya comentados, que hacen de este un cierre agridulce para la franquicia. Y es que, con todo, Fénix Oscura es una propuesta que sabe cumplir con las expectativas de sus seguidores sin complicarse demasiado.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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