Superman

Superman: Un luminoso mañana

James Gunn prometió un borrón y cuenta nueva y salvo alguna que otra concesión puntual (la permanencia del Pacificador de John Cena o la futura reconversión de Jason Momoa en Lobo), Superman (2025) es la la prueba evidente de que el nuevo mandamás de DC Studios iba en serio. La gravedad y estética dura del snyderverso han pasado a la historia. La nueva etapa que se abre ante nosotros supone todo un punto de ruptura respecto a aquella. James Gunn apuesta por un universo DC más luminoso, consciente y deudor de su legado comiquero y con las enseñanzas del Superman de Christopher Reeve y Richard Donner como gran ejemplo a seguir.

 

En cierta manera Gunn emula el trabajo de John Byrne en las viñetas en el ya lejano 1986, cuando recibió el encargo de DC Comics de relanzar al hombre de acero. Y lo que hizo, como Gunn aquí, fue reconectar al personaje con la esencia de su vertiente más clásica; reivindicando a una figura «verdaderamente punk» (como dicen en la película) dispuesta a confiar sin ambages en la bondad de la gente. Un idealismo que choca de lleno con la hostilidad y el odio del mundo (el real y el de la ficción), pero que define el núcleo de un héroe cuya mayor fortaleza no es su súper fuerza, su velocidad o la capacidad de volar, sino su genuina humanidad y su inquebrantable sentido del bien.

 

 

Esto, que estaba en el trabajo de Byrne (cuya etapa, quizá junto a All-Star Superman de Grant Morrison y Frank Quitely y Las cuatro estaciones de Jeph Loeb y Tim Sale, es la más importante del superhéroe en las últimas cuatro décadas) y también en el filme protagonizado por Reeve, está también representado en la cinta de Gunn, casi como una obsesión.

 

Porque son tres los puntales sobre los que Superman cimienta este nuevo renacer. El primero es la recuperación del personaje y el símbolo como ideal de esperanza y de elemento capaz de catalizar nuestra imaginación, al punto de querer concebir a un personaje generacional, tal como el añorado Reeve. Arrancado del pedestal casi divino en el que Snyder y Henry Cavill pusieron a su encarnación del kriptoniano, el Superman encarnado por David Corenswet devuelve a los niños la creencia de que un hombre puede volar.

 

David Corenswet, Skyler Gisondo y Rachel Brosnahan

 

El segundo y el tercero, estrechamente relacionados entre sí, representan la firma autoral de James Gunn, que desde su privilegiada posición (en la práctica Warner Bros. le dio carta blanca para desarrollar sus ideas) ha cincelado una propuesta en la que la comedia y la ciencia ficción extravagante y desprejuiciada, heredera de la serie B, son sus grandes señas de identidad. Superman es, ante todo, una aventura veraniega (en el buen sentido del blockbuster estacional) que ambiciosa emocionar y sorprender. Tiene una evidente lectura social (ilustrada tanto en la figura de Clark como en el modo en que las maquinaciones de Lex Luthor toman forma) y no falta la mala baba del director en determinados gags, pero son aspectos supeditados a la aventura. La película no pretende deconstruir la figura súper heroica en un contexto realista o abrazar la epicidad desde la tragedia. Y no se le debe exigir serlo.

 

Este Superman, que se enfrenta a un kaiju gigante o ve como su ciudad se parte en dos, es el mismo que podría ser incordiado por Mister Mxyzptlk o tener un encontronazo con Bizarro. La gran virtud del Superman de James Gunn es que nos invita a creer que el límite es la imaginación. El cineasta sintetiza la máxima de la serie B de que no hay ideas descabelladas, concibiendo un mundo vivo y siempre sorprendente. Claro que hay ideas que salen bien y otras tantas que naufragan. Y Superman tiene mucho de esto, lo cual es sorprendente para los estándares en los que suele moverse el blockbuster medio, reticente al riesgo por tener siempre un ojo puesto en la cuenta de los inversores. Pero con Starro y Comadreja en El Escuadrón Suicida, Gunn enseñó a la planta noble de Warner que en su mundo los disparates podían funcionar tan bien en pantalla como lo hacían en las viñetas.

 

Krypto

 

Es cierto que debe haber un equilibrio y, como hemos dicho, la apuesta no siempre sale bien. Sobre todo cuando el tono (hablamos ya de la comedia) no es constante. El desarrollo de los personajes y sus dinámicas se mueve en un marco muy emocional que funciona mucho mejor en las sutilezas (caso de Lex Luthor), en la cotidianidad (las conversaciones nocturnas de Clark y Lois en el piso de ésta) o cuando hay una intencionalidad concreta (la sátira del personaje de Zlatko Buric o la necesidad de cariño de la Eve Teschmacher de Sara Sampaio); que cuando se busca sin otra intención que recitar el chiste que toca, aspecto ejemplificado en la interpretación de Nathan Fillion, cuyo Guy Gardner resulta bastante cargante y redundante como alivio cómico. Máxime cuando Krypto (el gran descubrimiento de la película) aglutina dicha comicidad con la ternura que dan siempre los cachorros asilvestrados.

 

La comedia es un elemento importante, como siempre en el cine de James Gunn, pero esta no condiciona u opaca la aventura. Imposible, por otra parte, teniendo en cuenta quién se antepone al hombre de acero. Luthor es puro Luthor. La encarnación de Nicholas Hoult se despoja de los histrionismos de versiones anteriores (hablamos de las fílmicas) y da forma a una némesis a la altura de su legado. Este Luthor es malvado como pocos, pero sin perder ese puntito cómic o pulp, como queráis llamarlo, que divertía tanto de Gene Hackman. Y eso le da un punto más temible al personaje de Hoult. Un héroe vale tanto como su villano, y Luthor empodera a nuestro héroe a cotas que echábamos de menos en el género.

 

Nicholas Hoult

 

Y no podemos descuidar a Rachel Brosnahan y su Lois Lane, personaje que, al contrario que Clark, mira -por suerte- a sus referentes más recientes (la Lois de Brian Michael Bendis está entre nuestras favoritas). Si Luthor pone contra las cuerdas a Kal-El, Lane hace otro tanto de lo mismo con Kent. Superman es definido tanto por sus propias acciones, como por cómo responde ante su enemigo más íntimo y ante su compañera de vida. Lástima que más allá de este trío, el resto de personajes no estén tan inspirados. También porque el foco está puesto siempre en ellos y el resto, con mayor o menor tiempo en pantalla, tienen poco espacio útil para crecer o mostrar matices.

 

Como es habitual en el cine de Gunn, los excesos a veces desbordan. El conjunto es algo irregular por cierta falta de condensación que acarrea el desperdicio de ideas o personajes (Hawkgirl, por ejemplo, resulta intrascendente), pero en lo que importa, en el corazón de la historia, Superman es un triunfo. Superman ilumina con convicción el mañana de la nueva DC, ¿será suficiente para quiénes le sigan?

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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