Ava quiere ser un nuevo vehículo de diversión para Jessica Chastain. El problema es que ella es la única que se divierte. Protagonizada y producida por la actriz californiana, Ava nos sumerge en el mundo del espionaje y los sicarios en un thriller de acción funcional, pero sin chispa.

«Has hecho algo mal, ¿verdad? O no me habrían enviado«

El guion de Matthew Newton es bastante rutinario: la protagonista está cumpliendo una misión cualquiera que por x motivos se tuerce y pronto descubre que la han traicionado, convirtiéndose en el objetivo de la agencia para la que trabajaba. Al menos Tate Taylor (el director) intenta que las escenas y la película tenga ritmo. Sus poco más de 90 minutos pasan como un suspiro si entras en el juego que propone la manida trama.

Se ven las intenciones, y son de agradecer, pero la búsqueda de una carga dramática real se ahoga en los tópicos. Se nos presenta a una heroína con pies de barro, que se cuestiona su misión y que se apartó de su familia para evitarles daños. El reencuentro es tenso y la sombra de los problemas con el alcohol acecha en todo momento. ¿De verdad?

Ava no pasa de ser un divertimento que en otro tiempo habría sido carne de videoclub. Quien único parece tomarse en serio la propuesta es Jessica Chastain, que «sufre» al personaje (se desenvuelve muy bien en las escenas más físicas y las peleas coreografiadas) y lo defiende con orgullo; de hecho utiliza el filme como un escaparate para promocionarse como heroína de acción con todas las letras. Sin embargo, no termina de estar acompañada por el ostentoso plantel de secundarios encabezado por unos Geena Davis, John Malkovich o Colin Farrell que no ven otra cosa que un trabajo alimenticio del que, salvo los incondicionales de la protagonista, nadie se acordará en un par de años.