La cueva
Título Original: La cueva
Director: Alfredo Montero
Guión: Alfredo Montero
Reparto: Marcos Ortiz, Marta Castellote, Eva García-Vacas, Jorge Páez, Xoel Fernández
España / 2013 / 80′
Productora: Filmax International / Morena Films
Qué paradójico resulta el tener que adentrarse en un sitio para que nuestros instintos primarios instintos de supervivencia salgan de nosotros mismos. Añadamos a ello un angustioso ingrediente: la claustrofobia. Se masca el pavor en el ambiente…
Qué paradójico resulta el tener que adentrarse en un sitio para que nuestros primarios instintos de supervivencia salgan de nosotros mismos. Añadamos a ello un angustioso ingrediente, la claustrofobia: se masca el pavor en el ambiente.
Lo que iba a ser un viaje a base de risas, botellones y sexo se convierte en una situación límite. De repente, una graciosa excursión mañanera se convierte en la más horrible de las pesadillas en la que estos amigos (al menos eso eran antes de inmiscuirse en la aterradora gruta) se pierden, y las idílicas vacaciones desaparecen. Bien se ha nutrido Alfredo Montero de los productos de su tierra, Formentera. La cueva de San Valero fue el peligroso set de rodaje dadas sus incomodidades: estrechez de los pasadizos, humedad… De primeras no parece la producción que nadie desee. Pero ya se sabe, el fin justifica los medios.
Los cinco componentes del reparto (tres chicos y dos chicas) salen perfectos y plasman el temperamento de cada uno dentro de las angostas paredes. El terror hará que sus comportamientos evolucionen en unos días –u horas, la noción del tiempo se desvanece en la oscuridad–, y veamos sus «yos» en estado de desgracia. El sufrimiento, la brutalidad, la locura, la desesperación o el desconcierto son sus avatares. Sus instintos se apoderarán de sus personalidades ante tal horroroso percal. Nadie duda de las penurias que han debido pasar el equipo en semejante localización; lo de dejarse la piel es literal.
La cueva juega con el espectador, porque ella es el sexto integrante de esa desafortunada pandilla, y le toca ser la malrollera. La cámara, subjetiva en casi todo el relato, se convertirá en un aliado para la supervivencia. Mediante ella se traspasa el agobio más insalubre. Y voilá al género de miedo. Las malas vibraciones traspasan la pantalla desde que se pone el pie en la gruta hasta el final.
Adentrados en la trama, el espectador es consciente de que le van a asustar, cierto. La cuestión es ¿Cómo? Un punto más para la tensión. El terror va in crescendo, y se nota en sus caras. La fotografía coopera en tal misión, el sonido también, pero es el montaje la varita mágica poderosa de este relato, el que consigue el ritmo agitado para causar el espanto en el espectador, que, por si no ha quedado claro todavía, lo pasará mal. Esa guarida contagia el mal rollo y el horror. Pero ¿Dónde reside ese miedo? ¿Estaba en esa cueva? ¿O habita en cada ser? El plano subjetivo presenta tal suculenta duda.
Con este modesto largometraje, el género de terror prosigue en la senda que hace unos años emprendió Rec. Rebosa naturalidad y audacia. Es una evidencia de que afortunadamente, el cine español se renueva, y de que buenas ideas pueden llevarse a cabo con dos duros y rostros poco conocidos.
La película es una pieza digna de engendrar remakes más allá de nuestras fronteras, dignos trabajos con más recursos que ésta, pero sin la calidad ni la frescura de la producción primeriza. Y desde luego, también es paradójico que sea sumergiéndose en esa cueva donde se halle una bocanada de aire fresco para el cine patrio.
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