El último viaje del Demeter es quizás una de las aproximaciones al mito vampírico más sugerentes que nos han llegado en los últimos años. No tanto por su visión del monstruo -el filme de André Øvredal se muestra muy clásico en sus postulados-, sino porque apela a la fuente fundacional del mismo en la cultura popular -la novela Drácula- e imagina las respuestas a los misterios que esconde el infausto viaje del Demeter que llevaría a Drácula desde su castillo en Rumanía hasta la ciudad de Londres. ¿Y quién está bajo la máscara del icónico Drácula? Nada menos que Javier Botet, con quien charlamos acerca de los valores diferenciales de la película, de su trabajo en la misma y de qué le ha supuesto interpretar al temible personaje.
Pregunta: Lo primero que llama la atención de la película es que no se trata de una adaptación al uso de la novela de Bram Stoker, sino que adapta un pasaje muy particular.
Respuesta: Sí. Es un proyecto muy tentador que lleva tiempo existiendo en Hollywood. Ya sabes que a veces las cosas tardan más de la cuenta, pero yo llevo mucho tiempo oyendo de él y había muchas ganas de adaptar ese capítulo y de saber todo lo que pasó en el Demeter. De hecho, con el tiempo, descubrí que de ahí se inspiró Alien. No es que se parezcan por casualidades, la novela está escrita hace mucho más tiempo que Alien -en 1897-, y fue la que inspiró a Alien, que básicamente es eso: una tripulación encerrada en un entorno del que no puede escapar y hay algo ahí dentro que va liquidando a todos.
P: Desconocía ese dato, la verdad. ¿Lo sabías de antes o fue uno de los motivos que te atrajo del proyecto?
R: Fue durante el proceso. Cuando leía, veía… conocía un poco ese pasaje, pero al ver la historia ya escrita dije: «La trama es lo mismo que Alien; ostras, habrá inspirado un poco el guion final». Y luego, a base de hablar del tema, hubo un momento que me dijeron que no, que Ridley Scott realmente se inspiró en ese capítulo e hizo Alien.
P: Centrados en tu personaje, la caracterización que tiene evoca a otro clásico vampírico.
R: Nosferatu, sí. Para mí era… llevaba años que me preguntaban ¿cuál es el monstruo que te queda? o ¿cuál te gustaría? Y yo decía Nosferatu, Drácula… Ir al origen de los monstruos en el cine, volver al origen más primigenio de la carrera que estoy llevando. Y cuando me dijeron de hacer Drácula y me hablaron del proyecto vi que de alguna manera iba a estar en la piel de los dos. Un poco una unión, porque al principio vemos a un Drácula tan en la mínima expresión: pálido, calvo, de apariencia tan frágil y que recordaba al Nosferatu, pero luego ya se iba convirtiendo en algo más poderoso y grande como el señor del mal. Y al final Nosferatu era una adaptación sin derechos de Drácula, por eso luego quemaron todas las copias excepto las que nos quedan. Para mí era como hacer un dos por uno. Fue una alegría y una ilusión que me lo propusieran.
P: ¿Hasta qué punto el encarnar a una figura tan icónica como Drácula supone, además de esa ilusión, una presión o responsabilidad?
R: Lo llevo más como un regalo, un disfrute. Dedicarle un poco más a pensar y analizar que a otros personajes no es una presión, sino una ilusión mayor. A veces tengo que interpretar monstruos que están bastante vacíos o trabajar una escena en la que tampoco tienes mucha historia que adherirle al personaje, así que agradezco cuando hay más recorrido y poder dedicarle tiempo como actor. Y nada, cuando me hablan de Drácula yo ya tenía un trabajo hecho. Todos conocemos a Drácula, y yo he sido amante de los monstruos del cine toda la vida, entonces un poco ya lo tenía dentro; pero sí, intentas ir un poquito más allá. Es un regalo que haya más trabajo y más responsabilidad.
P: Pensando en el rodaje y el trabajo en las diferentes secuencias, es un personaje que sigue una transformación física a lo largo de todo el metraje, tienes que rodar a oscuras, trabajar con efectos digitales, las escenas son siempre muy físicas…
R: … sí, en general todas las películas que hago de monstruos son físicamente extenuantes. Son muchas horas de maquillaje y encima no son escenas de charla, sino que tengo que intentar arrancarle la cabeza a alguien (ríe). Sí, son físicamente muy duras; además de noche, lloviendo -porque ponen bombas de agua todo el rato y entonces estás con un traje que tardan mucho en ponerte, que absorbe el agua, estás mojado; y los otros actores se pueden secar entre escenas, yo tengo que estar durante ocho horas o así tapado porque hace fresquete (ríe)… Cada rodaje y maquillaje son verdaderas aventuras, tienen sus propias complicaciones. En este, además, había un proceso -como dices- y había como cuatro o cinco fases diferentes y cada maquillaje era diferente. Unos llevaban más horas, otros menos. Unos eran más cómodos, otros menos.
En general es duro, si no tienes un amor incondicional por lo que haces, no puedes hacerlo. Hay gente que se ha acercado al mundo del maquillaje protésico y lo primero es tener una capacidad de concentración y de calma, tanto para el maquillaje como para no tener brotes de claustrofobia de querer quitarte un maquillaje que cubre cada centímetro de tu cuerpo… He visto gente intentarlo y claudicar. Yo, además de tener mucho autocontrol, amo tanto esto que, pese a lo duro que es, cuando veo el plano que acabamos de tomar en el monitor del combo, hay un niño pequeño dentro de mí diciendo «¡Ostia, qué bueno, y soy yo!» y todo vale la pena.
P: Entiendo que la parte positiva de este «sufrimiento» es que en el set te cuidarán y estarán más pendientes de ti. Ven lo que sufres…
R: (Ríe) me cuidan como pueden, sí. En cada maquillaje siempre encontramos la manera de que sobreviva porque, por ejemplo, con uñas largas o maquillajes en la cara se complica todo, como comer o ir al baño. Suelo ir a los rodajes con un asistente y cuando no, en producción siempre están pendientes de facilitarme ir de un sitio a otro, porque a veces son difíciles de manejar al andar o estoy medio ciego y me tienen que guiar. La gente está pendiente porque, como con todos los actores de una peli, no quieren que se te fastidie el actor y que haya que posponer la producción.
P: Hablando con otros actores, a veces me hablan de la frustración cuando se cae alguna escena. En tu caso, además, venimos con todo esa carga física, esa extenuación.
R: Alguna vez me ha pasado. En esta película en concreto, no. No se me cayó ningún día. Hubo variaciones, pero antes de entrar en procesos. Pero sí hay otros días… recuerdo con Guillermo del Toro en Toronto, y con algunas cosas rodando, tras cinco o seis horas de maquillaje y cuando estás esperando para entrar en escena, se cae la escena y hala, a desmaquillarte. O a veces incluso esperar porque vas retrasado y tirarte cinco o seis horas maquillado en mi caravana y cuando deciden que finalmente no hay tiempo, pues desmaquillarme; o sea, tirarme todo el día pringado sin rodar nada. Todo esto es algo a lo que te arriesgas, pero cuando te hacen maquillarte suelen intentar muy fuerte que tu escena no se caiga. Más que si no estás maquillado. Son conscientes del proceso y de lo duro que es; entonces, a no ser que sea inevitable, quitan otra escena, ruedan lo mío, y ya lo otro es más fácil rehacerlo. Pero bueno, también depende de cuanto cobre por sesión otro actor. Si cobra muchísimo, terminan con él y a mí que me den por saco (ríe).
P: Al final siempre es una cuestión de dinero.
R: Sí, en una producción va siempre primero lo más caro y luego todo lo demás.
P: Estaba pensando en la película mientras hablábamos, comentabas lo de la carga física, hay muchas escenas con acción… pero quizás una de las más perturbadoras sea -sin entrar en spoilers- la que protagonizas con el personaje de Toby en ese camarote. Los personajes te ven pasar por un momento y…
R: … es más bien insinuante, son más sutiles las apariciones… y al final son las más sugerentes. Cuando propones poco en la oscuridad y dejas que los espacios en blanco los rellene el espectador con sus propios miedos; para mí siempre es lo más efectivo en el terror: no enseñar, sino sugerir. Que se vea poquito y el resto, ya te digo, que lo rellenen ellos.
P: Sobre todo por eso, porque al final ayuda mucho al espectador a poder imaginarse y adelantarse a lo que viene.
R: Cada persona tiene sus propios miedos y los suele aplicar a cualquier situación. Entonces, cuanto más amplio sea el hueco en el que no terminas de dar la información necesaria de qué es, de dónde viene, cuál es la intención… si dejas todo eso sugerido, sin terminar de cerrarlo, cada uno lo determina con sus propios miedos, que al final son los que más te perturban.
Deja un comentario: