A más de uno le ha chocado esta vuelta de tuerca del realizador argentino a la animación con Futbolín, una aventura llena de ilusión para los pequeños pero también dirigida a los mayores, y que bajo el telón de fondo del futbol, se presenta como un homenaje a la ilusión de lo amateur. En su paso por Madrid, Campanella explicó anécdotas de este ambicioso proyecto, que planta cara a una industria monopolizada por las majors americanas.
Pregunta: Para la versión doblada en argentino, ¿No pensaste en Ricardo Darín para alguno de los personajes?
Respuesta: Pues excepto Pablo Rago (El secreto de sus ojos), que hace del Capitán, y a David Masajnik (El hijo de la novia) que dobla a Amadeo no había trabajado con el resto de actores. Conozco bien las voces de Ricardo o Eduardo (Blanco), y no me iban para estos personajes. Son voces que te transmiten ya a alguien más mayor.
P: La película no está sólo dirigida al público infantil, ¿Eso lo tenías claro desde el principio, el no cerrarte a los niños solamente?
R: A mí me gusta de la animación moderna que funciona más para adultos. Muchas películas animadas de los 90 me gustan más que las que son en vivo, y muchas tenían muchos guiños para los mayores, más sofisticados. Pero es también lo que a mí me tiraba, quería algo disfrutable para los adultos, y de hecho me tenía que cuidar mucho de no ser demasiado sarcástico para los más pequeños a la vez.
P: Dada tu trayectoria, ¿Qué fue lo que te motivó para dar este giro hacia la animación?
R: Siempre me llamó la animación, de toda la vida, y no solo la convencional. Y siempre la miré como algo totalmente ajeno a mi mundo y algo que yo no podía hacer. Pero en 2005 yo estaba preparando un piloto para una serie de televisión que mezclaba animación y realidad. En ese momento, el productor de la película, Gastón Gorali, había comprado los derechos del cuento original de Roberto Fontanarrosa que yo ya conocía. Me encantó la idea, abandonamos el proyecto de la televisión, y me metí de lleno.
P: Esta crítica que se hace al futbol como negocio, ¿No te parece algo disuasoria, como algo que pueda alejar al público?
R: Yo nunca pienso mucho en si al público le va a gustar o no. El tema lo elijo por voluntad propia. De hecho cuando escribí El hijo de la novia, muchos productores pensaron lo mismo, ¡Por eso costó tanto hacerla! No lo pensé aquí tampoco. De alguna manera esto que se menciona de la comercialización del futbol y de los ídolos que se generan casi como si fueran de laboratorio, es algo que está pasando en varios ámbitos.
P: En relación de postproducción, ¿notas mucho la diferencia como director cuando estás frente a un equipo humano de rodaje, a un grupo de trabajadores que vienen desde Pixar o Dreamworks?
R: Es un cambio muy grande porque en cine, aunque suene mal, se puede hacer todos los roles: un día puedes suplir al sonidista, o iluminar una escena, y sales del apuro un día. Aquí esa dinámica cambia: Tú ves los monitores del ordenador y sólo ves números. Eso luego se traslada a imagen, y la imagen se dirige igual que con un grupo de actores de carne y hueso. Con los animadores, que quizá es con lo que más distinto hablas, tienes una vuelta de tuerca más: les explico de qué va la escena, la función de la película, el objetivo emocional, el subtexto, si están mintiendo o están alegres, etc. Igual que si fueran actores. Ellos hacen un primer esbozo de animación, que ahí es donde empiezan las diferencias. Además en el proceso te van llegando las tomas sueltas, y se hace una segunda pasada, y ahí todavía estás dirigiendo actuación. Después de unas dos o tres semanas, empiezas a un nivel más específico, como levantar más la ceja a este personaje o al otro. Esto es en blanco y negro sin texturas, los brillos e iluminación llegan después. La primera vez que vimos todo con color y texturas, casi nos pusimos a llorar, habían pasado dos años desde el inicio. Durante el proceso me había sentido como Beethoven, cuando componía sordo, y yo me decía “Tengo que dirigir esta película sin verla”.
P: Los valores de la película, que se basan en el creer en uno mismo. ¿Han sido el motor en tu vida para llevar a cabo todos tus proyectos?
R: Siempre, esto de creer para ver pienso que es verdad, sobre todo para los que elegimos medios de vida que no son los que nos adoctrinaron para hacer. Quizás ahora son más aceptadas, y como te vas a morir de hambre siendo ingeniera o cineasta ya los padres no son tan pesados como antes y te dicen que estudies lo que quieras. Creo que primero uno tiene que creer para hacer las cosas, y esa creencia debe ser fuerte cuando las cosas se ponen difíciles.
P: ¿Crees que el cine de animación ahora está más valorado que antes? ¿El público lo mira diferente?
R: Sí, pero todavía tenemos que romper el prejuicio de que sólo lo pueden hacer Pixar o Dreamworks a ese nivel; esa fue nuestra intención, de acabar con esa idea, porque existen los compradores, los exhibidores y existe el público. Futbolín se estrena con Lluvia de albóndigas 2, y seguramente más gente verá esta segunda por ser un producto de Hollywood. Veremos qué pasa cuando funcione el boca a boca pasadas unas semanas. Yo nunca apelo a los nacionalismos, en eso de “Vengan a vernos porque es nuestra”. La gente tiene que ir al cine porque le gusta, sea de donde sea. En los pases previos a su estreno a los niños les encantó, y ellos no entienden si es una película americana o argentina.
Pero existe ese prejuicio, tanto en Argentina como en España según me cuentan, que hacer una película dentro del país va en contra, no a favor, así que esperemos que la gente la juzgue como película en sí.
P: ¿Por qué hacer las dos versiones del doblaje?
R: Porque los destinarios son los niños. Los mayores sabemos cómo se habla en cada lugar. En una película de adultos no molestaría, pero en la animación los niños no se enterarían de muchas expresiones; la versión española se hizo también con mucho cuidado, la considero una versión original también. Nos quedamos con la voz del personaje del Loco. El equipo del futbolín es internacional en todas las versiones, y en la española tiene unos hallazgos que me encantan, y cosas de humor que no tiene la argentina y está muy bien.
P: ¿Tienes algún proyecto futuro en mente?
R: Después de Metegol hice una obra de teatro, y un programa de televisión para Estados Unidos. Ahora me voy de vacaciones para después empezar a escribir con Eduardo Sacheri un guion, estamos disipando la neblina sobre un proyecto, y quizá en 2015 esté ya listo para filmar. ¡Pero ya con gente de verdad, “en vivo”!
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