Aldobrando

Aldobrando: No es el destino, sino el viaje

Aldobrando«Haced de él un hombre como debe ser, viejo«

 

Nos contaba la gente de Norma Editorial que a Gipi se le ocurrió el principio y el esqueleto de esta historia la mañana que se iba a casar. El famoso ilustrador, historietista (e, incluso, director de cine) italiano contemplaba los montes Dolomitas cuando pensó en la historia de su vida y en que, por más burradas que hubiera hecho o le hubieran ocurrido, si todo ello le había llevado hasta allí (hasta ese momento), bien estaba. Igual os parece un poco cliché que os diga que esas frases me convencieron de lanzarme a por esta obra. Pero lo cierto es que así es. Mi vida, con la que no os pretendo aburrir, se ha compuesto de momentos terribles y hermosos sin solución de continuidad entre ellos. Dentro de unos días se cumplirá un año de mi boda y no os miento si os digo que en más de una ocasión, como le ocurriera a Gipi, he mirado hacia atrás y he pensado en que todo ocurrió por un motivo si es que todo ello me arrojó al momento que estoy viviendo ahora mismo.

 

Al joven Aldobrando le pasan casi tantas miserias como momentos dulces, o quizás unas cuantas más de las primeras y unos cuantos menos de los segundos. Para empezar, le conocemos cuando es puesto por su padre al cuidado de un autproclamado mago como pago por una vieja deuda que éste había contraído con el primero y que ahora el padre de Aldobrando se cobra cuando ve que su vida se dirige a un abrupto final. Lo siguiente que descubrimos, años después de esa primera escena, es que nuestro joven (y bastante atolondrado) héroe es enviado al cruel y frío mundo en busca de unas hierbas que curen a su protector de unas heridas que ha sufrido por su culpa. Lo que sigue es una historia que ayer, al hablar con una amiga, describía como ‘el Lazarillo de Tormes… Si el Lazarillo se hubiera llevado una buena pedrada en la cabeza al principio de la historia’.

 

«Y traerá consigo la recompensa por dicho cambio«

 

A nuestro protagonista no dejan de sucederle infortunios a costa de su pobre conocimiento sobre el mundo que le rodea, su ingenuidad y su tendencia hacia un tipo de nobleza que parte de la idealización que hacemos de los grandes conceptos cuando aún somos críos. Cuando uno lee la historia de Aldobrando está leyendo sobre Gipi, sobre mí y sobre uno mismo, al estar, en realidad, contemplando la transición de la niñez a la vida adulta de un chaval que no tiene la fuerza para cambiar el mundo que le rodea, así que se deja llevar por él mientras sigue aprendiendo a desenvolverse sin que se diluya en la corriente. A lo largo de este relato vemos como Aldobrando evoluciona desde su inicial estado contemplativo a un momento final en el que toma, para bien o para mal, las riendas de su propia vida.

 

Aldobrando

Aldobrando

 

Es, por tanto, Aldobrando, una preciosa historia de esas que llamamos universales. Cualquiera de nosotros puede verse reflejado en el héroe de esta historia, en sus dudas, sus miedos y su intento por permanecer fiel a las metas que se ha fijado en la vida. Al final de esta historia, el viaje de Aldobrando le arroja a una nueva realidad, pero no es ésta la que importa, sino el viaje en sí y cómo ha decidido vivirlo y disfrutarlo. Porque si uno aprende, crece y logra disfrutar de los momento s de calma que nos da el enorme viaje que es la vida se terminará encontrando en algún momento con que cada parada es un destino y que cada uno de ellos habrán sido fruto de la manera en que ha decidido viajar. Y, por supuesto, habrá merecido la pena.

Acerca de RJ Prous

Avatar de RJ Prous

En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

Deja un comentario:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *