Hechas las presentaciones, Asuka Konishi ya empieza a darle cuerpo a la trama principal de Mi prometido yakuza, el manga que publica Norma Editorial en nuestro país y que toma por premisa el «no» romance entre los nietos de dos jefazos de las yakuzas de Osaka y Tokio.
«Madre mía, das miedo»
Porque cuando hablamos de la mafia (la yakuza en este caso), las relaciones nunca son de dos. Y sobre esto es sobre lo que profundiza Konishi en esta dupla de volúmenes que tenemos entre manos. En los dos primeros tomos conocimos como se las gastaban tanto Kirishima como Yoshino. Él era presentado prácticamente como un tarado, pero los hechos terminaron demostrando que ella no le iba a la zaga, sacando los puños si hacía falta y estando dispuesta a traficar con sus propios órganos.
Dos circunstancias que, por diferentes motivos, vuelven a ponerse sobre la mesa en los nuevos capítulos de la serie y que impelen a nuestros protagonistas a ir un paso más allá en su (a veces) retorcida dinámica.
A ello ayuda mucho la aparición de personajes del entorno de Yoshino que ayudan a igualar las cosas. Hasta ahora ella jugaba fuera de su ambiente y Kirishima parecía ir siempre un paso por delante. Mientras él planeaba, ella no tenía otra opción que reaccionar. La presencia de personajes como Shôma (a quien ya conocíamos) o Tsubaki ayudan a igualar las cosas. Sobre todo porque mientras Yoshino intenta llevar las cosas con la mayor normalidad, sus íntimos marcan territorio frente a Kirishima, advirtiéndole que no le permitirán (ni perdonarán) ningún desliz. Unas amistades que casi son perros de presa dispuestos a todo con tal de proteger a su ama.
A través de la relación de esta con su familia -aunque no compartan sangre, Yoshino se refiere tanto a Tsubaki como Shôma como parte de su familia-, como de la forma en que la defienden y adoran cuando no está presente, Yoshino dice mucho de la fuerza e influencia de su protagonista femenina. Al mismo tiempo, claro, la mangaka muestra con sumo interés la manera en la que Kirishima reacciona y se adapta a unas dinámicas en las que por muy caballero andante que se crea, su pretendido amor no es ninguna damisela en apuros.
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